El cerebro de Himmler se llama Heydrich
Heydrich también inspiró el personaje de Hans Landa en Inglorious Basterds |
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El Blog de Noé Vázquez
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En portada: Cananeos en Babilonia, al fondo, la Torre de Babel. |
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Por: Noé Vázquez.
Para Gilberta Villegas, por haber llegado y también por haberse quedado.
Mientras Juan Ramón Jimenez contemplaba las olas tremolantes tuvo una revelación: la espuma marina se había convertido en "la ceniza de Tagore". Para Juan Ramón, Tagore se había unido en "ceniza al mundo por medio del mar". De saberlo, el poeta indio hubiera encontrado una feliz explicación de sus ideas respecto al arte en una metáfora creada por el poeta español. Para Tagore, el arte es un fenómeno exclusivo de la personalidad, el cual "dibuja lo externo sólo en la relación que tiene con nosotros mismos", su elemento subjetivo es esencial, imprescindible. El artista puede unirse al mundo a través de la sensibilidad de los demás, su comunión con nosotros es perenne. Que la espuma marina sea la ceniza de Tagore los explica el hecho de que todo arte está dotado de su propia lógica. Para la interioridad de un artista las estrellas pueden ser sempiternas muy a pesar de lo que digan los astrónomos.
Tagore nunca dio una definición del arte pero intentó rastrear sus orígenes: "el hombre posee un fondo de energía emotiva que no es del todo indispensable para su conservación. Éste sobrante busca salida a través de las creación de arte".
El arte es un juego a ir más allá de los límites fijados por lo convencional y jugar sólo es propio de animales superiores. Jugamos a él porque poseemos el excedente físico y emocional para hacerlo. Desde los orígenes hemos buscado dominar la naturaleza y satisfacer nuestras necesidades inmediatas: derrotamos a la Bestia y después la dibujamos en las paredes de la caverna: representamos. Al calor de la hoguera re-creamos un instante pasado y, si queremos, lo mistificamos. El arte aborda la reinvención del mundo, crea una realidad alterna, subvierte el orden positivo y concreto de la realidad (a decir de Herbert Marcuse), nace de lo real y realiza una metamorfosis en la criba de la imaginación poética (no olvidemos que poesía viene la poiesis, que es construcción, edificación), realiza la objetivación de la sensibilidad del creador, trastoca los elementos formales de la realidad o los coloca en un plano distinto, imaginado; a través del arte se entabla un diálogo entre las ideas y las formas; consigna lo existente pero también nos otorga lo "ajeno", lo "otro": la llama mínima y singular que forma el estilo del artista, la comprensión unitaria e individual y solo parcialmente compartida con un lenguaje (siempre imperfecto) y los códigos existentes al momentos del creación; el jardín secreto y vedado, solo entrevisto, que forma el trasfondo poético de las cosas, ese reverso que mas que responder, interroga; aquello que es preciso y urgente trasplantar al mundo para romper el tedio de una realidad formal, de ahí el carácter subversivo y revolucionario del arte.
El arte es una interpretación de la realidad, una realidad imaginada. Preguntas al aire: ¿Quién puede contra la imaginación? ¿Qué recursos tenemos en su contra?
El arte, y en lo particular el arte literario nace de un impulso del espíritu, es la expresión de un dinamismo que que engendra vidas paralelas a la nuestra. Un espectador de los fenómenos literarios sabe que dormir es indeseable en un mundo que se celebra a sí mismo saturándose de universos alternos. Los artistas (esos fabricantes de realidades fabulosas) crean en el lector una soledad ruidosa. Somos inducidos a soñar despiertos. Sabemos que nuestras vidas también son un río consagrado a una memoria que crece por eso no debe extrañarnos que en algún punto de nuestros recuerdos Jean Valjean siga huyendo del inspector Javert; no nos asustemos de que alguien busque un lugar apacible para reunirse a solas con los personajes de La guerra y la paz, esos viejos conocidos; o bien, consideremos parte de lo normal que uno de estos días Aliosha Karamazov toque a nuestras puertas y reclame aquello que Rafael Alberti llamaba "honores de vida".
Se dice que una vez un médico le sugirió a Honoré de Balzac que se prepara para morir ya que le quedaban pocos días de vida, a lo que el genial escritor respondió: "Llamen a Bianchon, él me salvará". Ésto podría ser una escena normal entre un moribundo y su médico si no fuera porque el citado Bianchon no existe ni existió, es un personaje creado por Balzac para su conjunto de obras La comedia humana. También a Óscar Wilde le daba por situar su realidad en otra parte: en una ocasión, al encontrarse con un amigo que acababa de ver morir a su padre y se lamenta en su duelo, Wilde le respondió: "Todo eso está bien...pero volvamos a la realidad...hablemos de Eugenia Grandet". Volvamos a la realidad nosotros también. Representar a través del arte nos es imprescindible, el espíritu humano "respira" a través de creaciones propias y ajenas en un deseo común de alucinar, lo que a veces nos lleva a ver el arte como parte de la vida y viceversa, o bien, llegar a confundirlos, disolver las fronteras entre lo uno y lo otro.
Rabindranath Tagore afirmaba que todo arte emana de la personalidad, de los singular y lo particular, de lo concreto que solo es posible hallar en la mente del individuo y nunca en manos de una abstracción, llámese Estado o Corporación, es por eso que los esquemas impuestos para la creación nunca llegar a hacer verdadero arte, esto lo ilustra el fracaso de movimientos como el del realismo socialista o la literatura inspirada sólo en elementos funcionales u operacionales. Óscar Wilde aseguraba que todo arte es completamente inútil y Vladimir Nábokov les decía a sus alumnos que la fantasía sólo es fértil cuando es fútil. Es arte por el arte mismo, no como un medio enaltecedor sino como un fin en sí mismo: el encuentro con la emoción estética. Rodeo, periplo sobre nuestra existencia en donde hacemos a un lado la mezquindad, nos olvidamos de los apetitos inmediatos y perfilamos las características de una utopía no necesariamente funcional. Regresemos a Tagore: "el hombre personal puede vivir en cierto reducto en donde está por encima de lo ventajoso y de lo útil". Esto también lo sabían los filósofos de los "Upanishads": "La literatura es goce y todo goce es desinteresado".
Si Óscar Wilde sentenciaba que es al espectador y no a la vida a quien revela el arte, Nábokov hizo eco de esta afirmación al decir en sus cátedras: "de todos los personajes que crea el artista los mejores son los lectores". Henry Miller, quien supo fundir la literatura con su propia vida sabía que todo creador busca cómplices en sus espectadores, el arte sólo puede realizarse a través de las sensibilidades ajenas: "no es la actuación de un solista; es una sinfonía en la oscuridad con millones de participantes y millones de oyentes". Sólo en la interioridad del lector o espectador es donde la creación puede realizarse, tomar su forma definitiva.
Balzac estaba consciente de la inmortalidad que puede darse a través de la creación: las obras de arte son acciones humanas en la muerte. El artista se sabe transitorio. La vida, a decir de Tomas Segovia, es el sitio "que hay que abandonar a toda costa", es por eso que se hacen obras que puedan convertirse en un diálogo con lo intemporal. Las creaciones humanas son un tentativa de poblar el infinito, de ponerle trampas a la muerte. En el arte literario palabras de fuego y hielo formas las frases adecuadas para la eternidad, por ello el verdadero arte siempre es actual, en la literatura los hechos representados continúan aconteciendo, forman un temporalidad artificiosa que sólo transcurre en términos del creador.
Es común que el artista busque que sus creaciones formen parte del bagaje cultural de las generaciones posteriores, su obra siempre buscará ser parte del espíritu humano. Novalis lo de ve esta manera: "Todo artista es absolutamente trascendental".
Por Noé Vázquez
Salman Rushdie, quien se definió alguna vez como “an hybrid creature, an invisible man” es un escritor itinerante y perseguido, protegido por la Scotland Yard desde hace varios años, famoso tal vez injustamente por la fatwa promulgada alguna vez por al ayatollah Jomeini. Son sus obras (las que revelan un arte y lo ocultan a él, precisamente) las que le han permitido superar el estereotipo del escritor víctima de los fundamentalismos para mostrarlo como lo que es: un gran novelista, un artífice que juega con sendas estelas de memoria e imaginación, un narrador que muestra en sus obras una facultad provocadora y contestataria, una reacción contra las falacias sostenidas por gobiernos y estructuras sociales inhumanas y radicalismos religiosos e ideológicos.
Desde febrero de 1989, año del pronunciamiento de la fatwa Salman Rushdie pasó al centro del debate sobro la libertad de expresión tanto en el Occidente como en Medio Oriente con su novela Los versos satánicos (1988), una sátira que parece decirnos que a veces la historia del pensamiento religioso puede ser una discrepancia entre lo flexible y lo inflexible; la duda, que puede llevarnos a los cuestionamientos y la negociación y la fe ciega que es propia de los radicalismos; un divagar entre lo absoluto que no admite réplica y lo relativo que busca un punto de equilibrio. En este caso, un pacto entre lo terrenal y lo divino. Al fantasear sobre los mecanismos de la fe religiosa este autor iconoclasta decide poner el dedo en la llaga de los planteamientos religiosos del Islam y provocar un sacudimiento dentro de las raíces morales de ésta religión. Su actitud es comprensible, el llamado “diablo del Islam” se atrevió a hacer cuestionamientos con herramientas propias de la fantasía para llamar la atención sobre el fenómeno de la intolerancia religiosa. Ya lo decía Maurice Blanchot: “La literatura no es un simple engaño, sino el peligroso poder de ir hacia lo que Es a través de la infinita multiplicidad de lo imaginario”.
Los hijos de la medianoche (1980) es un libro que revela a un Salman Rushdie capaz de hacer una lectura social de su país natal (nació en Bombay en 1947) y un recuento de hechos que le han dado la fisionomía actual a La India. Si como dijo Octavio Paz “la historia tiene la realidad atroz de una pesadilla”, a esa urdimbre de errores y fatalidades nuestro autor responde con un venganza de la fantasía contra la tiranía de los hechos. Circular por sus páginas es inmiscuirse en una red de teléfonos descompuestos en donde la imaginación se abre paso por los caminos clausurados por las verdades oficiales, la cancelación de la historia y la manipulación de la información. Ahí, donde está el recuadro negro que censura una página radica el campo de pruebas del escritor, su laboratorio de juegos pirotécnicos; esa maquinaria de representación que es el ejercicio literario que, a falta de información convincente y exceso de rumores y filtraciones de datos de divulgación no autorizada, decide crear sus propias verdades como si la Literatura y la Historia compitieran en un certamen internacional de falacias. No creer en la información que divulgan las plutocracias puede suponer la creación del rumor, el cual, para Salman Rushdie, muchas veces es más que convincente.
Los hijos de la medianoche muestra una realidad cuya complejidad puede abatirnos: La India, con más de mil doscientos millones de habitantes a la fecha y contando, con una pluralidad lingüistica y religiosa capaz de dar a escalofríos a cualquiera (aunque se llame Salman Rushdie). A través de uno de sus personajes, Saleem Sinai busca apurar de un sorbo (o una lectura) esa serie de problemáticas que forman un país, entenderlo, mostrarlo en sus distintas aristas. Como el personaje Zufiya Zenobia de otra de sus novela Vergüenza, Saleem Sinai es un personaje-espejo, es decir, refleja su circunstancia, en este caso, lo multitudinario de su entorno; se convierte en vértice de eventos, agente divulgador de la Historia, catalizador de conflictos, conciencia personal sobre la que desfilan los sucesos de una nación. Podría decirse que el personaje “es” la historia de La India y nace en el momento justo de su independencia: la medianoche del 12 de septiembre de 1947.
Como en Cristobal Nonato de Carlos Fuentes donde el personaje principal se encuentra irremediablemente fundido a su “ser” universal, el conjunto de paradigmas que serán parte de la formación de Saleem Sinai lo definen y lo nombran; el personaje y el país nevegan en una cosmogonía paralela, no se comprenden el uno sin el otro. Se logra un equillibrio de enfoques entre una conciencia individual que es caja de resonancia de un despliegue sísmico de eventos que lo afectan y un devenir histórico capaz de ser influenciado por el personaje aun con actos mínimos como si tratara de un “efecto mariposa”. Si en Cristobal Nonato se persigue el origen de una persona a través de un árbol genealógico cultural e intelectual, en la novela de Rushdie Saleem Sinai desdobla su carga de culpas y responsabilidades en los mass media y los titulares de los periódicos. Él lo expresa de la siguiente manera:
…para comprender una vida, tienes que tragarte al mundo.
Porque nuestra realidad se vuelve inasible y el peso de los hechos nos disminuye y nos convierte en cifras; porque los acontecimientos adoptan la forma de vegetación expansiva y cada vez es más difícil sustraerse a ellos, estamos engarzados a la Historia. Somos hijos del tiempo. Así lo interpreta nuestro personaje:
De hecho, por toda la nueva India, de ese sueño que todos compartíamos, estaban naciendo hijos que sólo parcialmente eran hijos de sus padres, los hijos de la medianoche eran también hijos de su tiempo: engendrados por la Historia.
Puede ocurrir. Especialmente en un país que es por sí mismo una especie de sueño.
En un escenario en donde conviven personajes reales e imaginarios, sucesos políticos, movimientos sociales, golpes y autogolpes de Estado, guerras, genocidio, manifestaciones, luchas étnicas y religiosas, conflictos lingüisticos, secesiones, sobrepoblación, “multitudes hormigueantes”; Saleem Sinai concibe su propia vida como una posibilidad de transmigración extenuante; un acto de amor que lo lleva a fundirse con los demás, a ponerse en lugar del otro. Desde su nacimiento se revela ese juego de correspondencias a través de lo que el autor llama “conexión activo-metafórico” (es decir, un acto que es efectivo y relevante y al mismo tiempo posee apariencia de llevarse a cabo en sentido figurado”). Verbigratia: al momento de nacer, Saleem Sinai recibe un telegrama de Jawarharlal Nehru:
“Querido bebé Saleem (…) Seguiremos tu vida con la mayor atención; será, en cierto modo, el espejo de la nuestra”.
Nadie se lo imagina pero (en sentido positivo y metafórico), así sucede. Por otra parte, cada acto del personaje tiene un enorme peso como se ve en el capítulo “Movimientos realizados por pimenteros (1958)”: el personaje confiesa su responsabilidad en un golpe de estado en Pakistán:
…el general Zulfikar describía los movimientos de las tropas; yo movía simbólicamente pimenteros mientras él hablaba. Dominado por el modo de conexión activo-metafórico, desplazaba saleros y cuencos.
…con el destino de la nación en mis manos, desplazaba condimentos y cubiertos.
Los hijos de la medianoche se ha lee en La India como si fuera un libro de Historia, no me extraña, la literatura sabe poner las cosas enfrente y a partir de ahí empezar a llamarlas por su nombre. Entre la vaguedad de la fantasía del autor o la imaginación popular y la pretendida concreción de los portavoces de las verdades oficiales, los lectores le apuestan a la disolución en lo fantástico que no necesariamente entraña el olvido sino la búsqueda de sus propias verdades en medio de la desinformación y el caos. Una sola frase parece resumir esa actitud:
…en esta guerra se tiraron bombas reales e imaginarias.
Los hijos de la medianoche no sólo fueron los niños nacidos aquel inolvidable 12 de septiembre de 1947 sino también los demonios con los que tendrían que vivir:
La medianoche tiene muchos hijos; la descendencia de la independencia no fue toda humana. Violencia, corrupción, pobreza, generales, caos, codicia, pimenteros…Tuve que ir al exilio para aprender que los hijos de la medianoche eran más variados de lo que yo –incluso yo— había soñado.
Por: Noé Vázquez.
Nada más opuesto a la disciplina victoriana que ese afán, absurdo si se quiere, de vagar, romper una brújula o seguir un impulso ilógico, sin sentido, de periplos sin ningún tipo de fin o fondo sustancial. Alicia perseguirá al conejo blanco hasta conocer el fondo de ese precipicio onírico por el que habrán de atreverse los lectores de las generaciones siguientes que verán en la obra The Adventures of Alice in Wonderland y sus secuelas un camino soterrado pero liberador donde un túnel horizontal puede ser trastocado en un pozo vertical solo para enseñarnos que también es posible traspasar la apariencias y ver el trasfondo de las cosas ¿Qué está arriba y qué está abajo?. Nada es lo que parece. Un gato no es un gato, es una sonrisa burlona, llena de sorna que desaparece en la bruma dejándonos atónitos y helados por la curiosidad de un mundo subterráneo donde es posible trastocar la lógica conocida; un segundo es una eternidad, una eternidad es un segundo como si se tratara de un viaje ácido; una distancia larga está a la vuelta de la esquina y dejan de tener sentido las nociones de forma y tamaño; no es preciso llegar a un lugar en concreto porque cualquier lugar es importante, necesario; no hay direcciones definidas ni destinos porque, en una de esas, ya hemos llegado; las apariencias se corrompen para sorprender nuestro entendimiento demasiado estructurado por la lógica racional, la moral, las buenas costumbres, las prohibiciones sistemáticas y constantes que nos atan; cosas que Alicia y nosotros aprendemos en la casa y la escuela. En su interminable caída en este pozo sin fondo Alicia piensa en lo aprendido: ¿Será necesario olvidarlo nuevamente? Después de todo, estamos lejos de la reina Victoria y sus nobles, hemos escapado de los tutores autoritarios y del rostro agrio de nuestros aburridos maestros, rectos como una vara, verticales y puritanos. El fondo del túnel no nos llevará a las Antípodas, eso sería muy sobrio, propio de gente demasiado despierta; mejor decir, con nuestra mejor y absurda glosolalia que llegamos a las “antipáticas” donde Alicia se encoje o se desborda haciendo de las nociones espacio-temporales una vil convención aritmética entre dos correctos caballeros de pipa y guante.
No perdamos nuestra “muchosidad” tal y como nos aconseja alguno de sus personajes, estamos tras el espejo de la geometría euclidiana; tal vez las aventuras de Alicia prefiguren un orden nuevo en donde ciertas nociones convencionales habrán de cambiar: saben que me refiero a la relatividad de Einstein, otro niño como Alicia, quien con la su lentitud característica tardo mucho tiempo en dejar de pensar en términos de tiempo y espacio y en esa brújula loca que insistía en fijarse siempre en el mismo punto como si fuera atraída por una fuerza misteriosa. Al soñar, nuestras brújulas, relojes y posicionadores GPS terminan por desvariar y nos conducen al mismo mundo de Alicia donde una reina loca insiste en decapitar a diestra y siniestra con cualquier pretexto, por menor que sea; o bien, participar en carreras circulares sin duración o reglas definidas en donde todos son ganadores. A todo lo gobierna una necesidad un tanto vana y al mismo tiempo necesaria de jugar dentro de una incertidumbre sin visos de solución aparente porque el sueño se desplaza siempre sin ningún equipaje lógico o moral, sin ningun ordenamiento coherente. Arriba sobre el adoquinado y las candilejas de gas impera un orden estricto del que es necesario escapar, un mundo lleno de deberes y responsabilidades con un estratificación social inflexible, sin espacio para la espontaneidad y que condena la libertad y el libre pensamiento, la risa loca y el divertimento. Este fue el mundo que vio nacer a Charles Lutwidge Dodgson quien tuvo una excelente educación hasta que según se dice, ésta fue interrumpida por el colegio. A lo largo de su vida se interesó por temas tan dispares como el ideal de belleza en la fotografía, la geometría, las paradojas y toda forma de matemática recreativa. The Adventures of Alice in Wonderland habría de ser un libro para niños, es decir, para todo ser humano capaz participar en juegos. Los diálogos y aforismos de la obra darán de que hablar hasta nuestros días; sus construcciones verbales desafían la razón, son un reto para el sentido común y rescatan la visión del paraíso perdido de nuestra infancia donde es posible convivir con seres fantásticos y darnos, a nosotros mismo buenos consejos a pesar de que rara vez podamos seguirlos; o bien, fantasear con la idea de que es posible pintar las rosas con un pincel o divagar sobre comparaciones extralógicas: “¿En que se parece un cuervo a un escritorio”… La vitalidad de una obra así radica en situarse como un signo de interrogación y aludir a la perplejidad y el asombro del lector quien ve con agrado la destrucción de los muros de un reino represor y convencional, el destronamiento necesario de todo rey o reina decapitante. En el constante fluir de sucesos de este reino de las maravillas se adivina el susurro discreto de nuestra conciencia libre, pero soterrada; la corriente constante de nuestra pensamiento sin restricciones. Esta vez la “sonrisa sin el gato Cheshire” no será de sorna sino de complicidad.
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“Una detención es un tránsito impresionante, un cambio que nos transpone de un estado a otro. La larga y sinuosa calle de la vida nos llevaba, a veces con paso alegre y otras veces en un sombrío vagar, a lo largo de unas vallas, vallas y más vallas, cercas de hierro, tapias de cemento, de ladrillo, de adobes o de madera podrida. No nos parábamos a pensar qué podía haber detrás de ellas. No intentábamos elevar la mirada ni el pensamiento hacia el otro lado.Pero allí, precisamente, justo a nuestro lado, a dos metros comenzaba el país del GULAG.”Alekzander Solzhenitsyn. Archipiélago Gulag.
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Por: Noé Vázquez.
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Reseñado por Noé Vázquez
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Por Noé Vázquez
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Por Noé Vázquez.
Diversas portadas de la novela
Vladimir Nabokov plantea sus novelas como un ajedrecista. Esto podría ser un lugar común pero también es una certeza que constantemente reforzamos quienes lo leemos. Un autor ajedrecista que también colecciona mariposas. Este es otro tópico. Es conocida la afición de Nabokov por estos insectos. Ajedrez moral lleno de paradojas y conflictos irresolubles; mariposas, mujeres fascinantes, cambiantes; la impostura, la tentanción y el desvarío susurrándonos al oído la promesa de una felicidad y una problemática apenas audible, apenas perceptible. Como toda gran novela, Lolita (1955) escapa a las clasificaciones tradicionales que buscan poner tras cercos de definición una obra que escapa los convencionalismos. La novela de Nabokov aborda la ruptura de un tabú mediante un despliegue verbal cuya florituras del lenguaje martillean la cabeza del lector, Nabokov, como todo gran autor es un medium de las fantasías masculinas no reveladas por la mojigatería estadounidense. El autor, que empezó a escribir en ruso encuentra en el inglés la abundancia de un vocabulario que sería nuevo para él y de cuyas sugestiones parece estar fascinado y nos fascina como si se tratara de un hechicero. Todos conocemos las primeras frases de la novela que reproduzco aquí:
Lolita, light of my life, fire of my loins. My sin, my soul. Lo-lee-ta: the tip of the tongue taking a trip of three steps down the palate to tap, at there, on the teeth. Lo. Lee. Ta.
She was Lo, plain Lo, in the morning, tanding four feet ten in one sock. She was Lola in slacks. She was Dolly at school. She was Dolores on the dotted line. But in my arms she was always Lolita.
Lolita no es simplemente una obra erótica y se apresura a ponerse a salvo de esa definición escandalosa para las damas de copete alto y dentadura postiza dándonos al final la visión de un amor encontrado pero que escapa a los grilletes de esas clasificaciones. Es melodrama, es historia, es crítica social, es erotismo, es amor, es una gran novela donde el autor como entomologista que es consuma un análisis psicológico en donde sus personajes se dejan llevar por sus deseos ocultos que irreflexivamente los conduce a lo trágico. La obra no cesa mostrar la actualidad de un tema a veces provocador y a veces incómodo: los sentimientos de deseo y seducción hacia una nínfula de uniforme escolar.
Un tema considerado tabú, escondido del punto de vista, fuera del ámbito de la discusión tradicional, soterrado en los anhelos apenas insunuados de muchos hombres maduros: el deseo hacia una mujer más joven que plantea problemáticas que pueden ser religiosas, morales o legales. Nabokov escribió un antecedente de lo que más tarde sería Lolita mientras se encontraba en París como un ruso exilliado escribiendo con un seudónimo, el nombre de la novela era El hechicero y ya planteba algunos temas que más tarde desarrollaría con un mayor aliente poético y narrativo en Lolita. Esta vez, Vladimir Nabokov exploraría temas como la mogigatería y la doble moral estadounidense con su consumo conspicuo y sus costumbres. Para un europeo como Nabokov debió serle muy novedoso el estilo de vida americano; pudo sentir una relación de amor y odio hacía este país que, con su abundancia y oportunidades, le abría las puertas; pudo sentirse seducido por su geografía o arquitectura. Esta seducción no tan abiertamente confesada se conserva como crítica en el desarrollo de la trama de la novela, se nota que hay cosas que no le gustan de Estados Unidos y al mismo tiempo se siente deslumbrado. En Lolita, se plantean distintos planos en los recovecos del deseo en las personas, la manera de caer en tentaciones, de seducir y dejarse seducir.
En el argumento Humbert Humbert, un traductor y profesor de literatura se hospeda en la casa de Charlotte, una viuda solitaria que tiene una hija de nombre Dolores Haze. Humbert encuentra en Dolores un objeto de deseo, un aliento a su frivolidad. La suerte está de su lado, Charlotte muere atropellada luego de salir a la calle completamente alterada después de ver cartas de Humbert donde confiesa su deso por Lolita. Este hecho logra que Humbert se convierta en tutor de Dolores, quien tiene doce años. Humbert Humbert y Lolita recorren los Estados Unidos como padre e hija aunque se entiende que tras la puerta de los distintos moteles donde se hospedan a lo largo de su trayecto, son amantes.
Nabokov pertenecía a una familia rusa aristocrática que tuvo que emigrar a Europa luego de la Revolución Bolchevique, siempre manifestó su desagrado por el comunismo que le quitó todo lo que tenía, despreciaba el psicolanálisis al grado de ver a Freud como un "medico brujo de Viena"; tuvo que dejar de escribir en su lengua materna y logró atípicamente destacar en una lengua extranjera que no reconocía como suya, el inglés (algo semejante sucede con Joseph Conrad quien, siendo polaco adoptó el inglés para escribir sus obras); sus novelas son muchas veces cortas e ingeniosas pero Lolita le dió el dinero y la celebridad que otras obras suyas le negaron. Lolita triunfa y como novela se convierte en objeto de deseo debido a la censura en Estados Unidos que consideraba la obra como inmoral. Es por esta razón que las ediciones europeas del libro en inglés eran guardadas celosamente por los turistas americanos que venían de regreso de Francia. Basta prohibir algo para generar la codicia de poseerlo puede ser un libro, una mujer, una nínfula.
Las problemáticas morales ni deben ni pueden resolverse como si fueramos ajedrecistas entomólogos, por eso Humbert debió perder la partida desde un principio, sacudir el tablero y escapar de un deseo que a la postre sería destructivo para ambos: Humbert muere de trombosis en la cárcel después de escribir sus memorias (que Nabokov afirma haber rescatado) y Lolita muere al dar a luz a un niño muerto; alas secas de mariposas que fueron fascinantes alguna vez y que ahora el viento mece con indiferencia en una tarde fría.
Etiquetas: Vladimir Nabokov
En torno a Alan Turing y una manzanaPor: Noé Vázquez
Prohibido comer de este fruto: es la revelación, la ciencia, el conocimiento, la expulsión, la muerte. Las Escrituras hablan de un fruto pero no dicen cual. La imaginación popular quiere que sea una manzana, lo cierto es que trata de un símbolo, ¿de qué?, ¿de la prudencia?, ¿de conocer nuestro propios límites y no traspasarlos? Otras veces queremos que la manzana sea el símbolo de la muerte en algún cuento popular como el de la Cenicienta que es obligada a comer un fruto empapado con veneno.
“Moja la manzana en el brebaje, deja que la muerte durmiente la empape…”
A veces es el instrumento de la Revelación, un entendimiento mitológico del conocimiento y de la búsqueda de la verdad es este: Imaginemos que Isaac Newton duerme la siesta al pie de un manzano (otros dirán que solo estaba reflexionando), se dice que era el verano de 1665 aunque la falta de referencias exactas indique algunas veces que fue 1666, la razón de que el genio se encontrara en el campo era muy sencilla, se había recrudecido la peste, en 1665 la Universidad de Cambridge había cerrado sus puertas, no había mucho que hacer al respecto y la mejor opción para escapar de ella era huir al campo, a Woolsthorpe ese fue uno de los “años milagroso de Newton” y también, hay que recordar que 1666 es al año del incendio de Londres. Pues bien, en ese momento una de las manzanas del árbol le cae al lado suyo y recibe una especie de “epifanía”: su inteligencia monumental acaba de discernir el fenómeno de la gravedad de los objetos, sus matemáticas habrían de proveer a la ciencia del futuro de un “manual de instrucciones” de esta fuerza de la naturaleza. Muchos afirman que el episodio de la manzana es apócrifo y que la inteligencia de este científico hubiera podida descentrañar los misterios de la naturaleza sin la intervención de este evento. Lo cierto es que la Royal Society tiene un documento “desclasificado” en donde Newton le comenta este episodio a su amigo William Stukeley. Esta vez la manzana fue el fruto del conocimiento en el Árbol de la Ciencia.El caso del matemático inglés Alan Turing es distinto y dramático. Alan Turing fue el padre de la ciencia de las computadoras, a través de su máquina teórica “de Turing”, pretendía encontrar una manera en que las máquinas pudieran pensar como los seres humanos, combinando la lógica con elementos aleatorios, en teoría, una máquina podría simular tener libre albedrío. Alan Turing estudió lógica matemática en la Universidad de Cambridge y trabajó para su país en los Servicios de Información. Turing trabajó en una máquina denominada “La Bomba”, el propósito de esta máquina era comportarse como varias máquinas alemanas “Enigma” codificando al mismo tiempo. Más tarde participaría en la construcción y operación de Colossus, el propósito era descifrar los códigos de los alemanes, anticiparse a sus operaciones y conocer la localización de los nazis en el Atlántico, gracias a ésto se salvaron muchos buques británicos. Colossus es considerado el primer ordenador eléctrico ya que trabajaba con tubos al vacío en vez de relés como las máquinas anteriores. Los trabajos de Turing buscaban, mediante el manejo de números, la encriptación de códigos gigantescos. Turing sienta las bases para la ciencia de la computáción partiendo del hecho de que podía crear máquinas teóricas o abstractas capaces de procesar símbolos. Se dice que Colossus no fue en un sentido exacto una “maquina de Turing” aunque se acercaba mucho a ello. Alan Turing fue considerado en su momento un héroe al grado de ser condecorado con la Alta Orden del Imperio Británico.
Hasta la fecha sus trabajos siguen dando de que hablar y generando estudios y análisis por parte de los expertos. Creer que las máquinas pueden pensar es una concepción que raya con fantasías de ciencia ficción. Todavía no sabemos si los robots puedan algún día “soñar con ovejas eléctricas” o si puedan desarrollar pensamientos anti-éticos como Hal 9000. Turing crea un interpretación filosófica sobre este asunto: ¿Es posible distinguir una máquina de un ser humano? Para esto enuncia el famoso Test de Turing, cuya belleza radica en que no necesita muchos elementos de comprobación y está basado solo en una percepción empírica y del sentido común: una mordida más al fruto del conocimiento.
Turing diseñó, luego de la Segunda Guerra Mundial uno de los primeros computadores electróncos que podían programarse en el Laboratorio Nacional de Física del Reino Unido para después trabajar en el software de la Manchester Mark I de la Universidad de Manchester, por esas fechas fue la construcción del Colossus que fue precursor de la la ENIAC, construido por la Universidad de Pennsylvania.
Turing era un homosexual bastante excéntrico enmedio de una sociedad hipócrita y doblemoralista todavía permeada por el conservadurismo de la época victoriana. Era un personaje tímido, solitario, le gustaba aislarse de los demás y era visto muchas veces con envidia o recelo por sus colegas de trabajo quienes contribuyeron a su segregación. La sociedad británica tenía poca tolerancia a la homosexualidad sobre todo si ésta era pública y contribuía al escándalo. Eran las mismas leyes británicas que en el pasado habían condenado a Oscar Wilde a trabajos forzados en la cárcel de Riding. Alan Turing vivía siempre en la cuerda floja debido a sus costumbres homosexuales, de alguna manera se sabía de ellas y muchos de sus compañeros y conocidos se hacían de la vista gorda sabiendo la clase de problemas que esto le acarrearía si se involucraban las autoriades. ¿Qué es el pecado sino el fruto del conocimiento del bien y del mal? La moral judeocristiana nos aconseja no comer de ese fruto. Cuidado, esa manzana también puede estar podrida.
Cierto día de 1952 Alan Turing llega a su casa y encuentra a su amante en turno Arnold Murray robando sus pertenencias en compañía de su cómplice. Turing, completamente indignado, actúa por impulso y se presenta en la Comisaría de Policía más cercana para denunciar el robo. Luego de un interrogatorio los agente se dan cuenta del elemento homosexual del delito, poco a poco, Turing va develando detalles que lo comprometen, detalles personales que el sentido común nos dice que a veces es importante ocultar. Pocos días después Turing encuentra en su casa una carta en la que se le denuncia por “indecencia grave por perversión sexual”, todo esto bajo la base legal de la Criminal Law Amendment Act 1885 y se le cita a comparecer ante un juzgado por sus actos de sodomía. Se da un proceso en el que Turing no niega sus prácticas sexuales. Luego del proceso el juez le da a elegir entre la cárcel o el arresto domiciliario con la condición de ser sometido a un tratamiento con hormonas para “reducir” su nivel de líbido. Turing aceptó la segunda opción. Esta tratamiento aun no había sido probado, así que alguna manera Turing se convirtió en conejillo de indias de la ciencia británica. El resultado del tratamiento fue desastroso: insomnio, ansiedad, vértigo, incapacidad de concetración, engordó más de lo debido (Turing siempre había tenido un cuerpo esbelto y atlético), le crecieron los pechos y quedó impotente. Otro efecto del proceso fue el escarnio público y la expulsión de su puesto de codificador.
Con sus facultades mermadas por el tratamiento pasó dos años en el completo ostracismo aunque no abandonó sus actividades científicas. Turing estaba cansado de todo, de su vida, de la sociedad solo le quedaba la ciencia pero sentía que sus facultades matemáticas habían sido afectadas. No podía resistir tanto dolor así que decide poner fin a su vida. El 7 de junio de 1954 Turing compró una bolsa de manzanas, elegió la más roja y hermosa de todas ellas, le inyectó una buena cantidad de cianuro y le dio un mordisco. Se cree que la dosis fue tal letal que no le pudo dar un segundo mordisco. Nuestro imaginario quiere que la manzana venga del árbol de la muerte y las ilusiones perdidas.
Un error de apreciación y una tendencia a la comprensión poética del mundo quiere que la manzana de Apple Computer sea la misma manzana mordida de Alan Turing, todo parece embonar: los colores del arcoiris del movimiento gay, la mordida del conocimiento del bien y del mal, la mordida al fruto del árbol de la ciencia, la relación de las matemáticas de Turing con las computadoras actuales… Lo siento, pero es falso. La historia no siempre tiene la misma exactitud de la poesía. La verdad tiene otros mecanismos que no necesariamente están relacionados con la belleza de una historia. Lo cierto es que Steve Jobs, quien era un hippie que de vez en cuando acostumbraba vivir en comunas donde con frecuencia se cultivaban manzanos se estuvo debatiendo entre el nombre de Apple y otros para su compañía (eso es lo que menciona Steve Wozniak a quien Jobs le contó que había visitado un manzanar en Oregon), la combinación Apple Computer funcionaba porque contrastaba un elemento natural con otro artificial lo cual podría crear cierta percepción en el consumidor, además, otra persona que contribuyó a nombrar la compañía, Ronald Wayne quería que tuviera una grabado antiguo con la imagen de Isaac Newton y una manzana. Por otra parte Rob Janoff, el diseñador gráfico que realizó la manzana arcoirirs con la mordida afirma que en ningún momento pensó en Alan Turing al momento de diseñar la manzana. Entre tantos malos ententidos también se dice que Jobs quería robarse el nombre y el concepto de la compañía discográfica de los Beatles, Apple Records. Todos conocemos la clase de problemas legales que trajo esto.Con la misma doble moral que antes a Alan Turing se le han ido dando discretos reconocimientos: develando una estatua por ahí, poniendo una placa por allá. En el 2009 el primer ministro británico Gordon Brown dio un disculpa pública por el tratamiento dado al célebre matemático y por lo injusticia que se le hizo a este héroe de guerra. Se ha declarado el 2012 como el año de Alan Turing y se ha dispuesto la creación de un sello postal para celebrar el centenario de su nacimiento y se discute una petición para que sea perdonado del delito de “indecencia grave”. Como en el jardin de Hera donde las Hespérides cuidan de los manzanos dorados que todos codician, algunos se acercan a este jardín desafiando al dragón de cien cabezas para robar uno de estos frutos que también otorgan inmortalidad. ¿Habrá sido ese el caso de Turing?
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