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El Blog de Noé Vázquez

jueves, 24 de octubre de 2013

Por qué no soy musulmán



Ibn Warraq. Libro sacrílego. 

Título: Por qué no soy musulmán.
Autor: Ibn Warraq (pseudónimo)
Editorial: Ediciones del Bronce. Barcelona. 2003.
Páginas: 357
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Por: Noé Vázquez

Ibn Warraq nos habla con indignación, parece estar muy molesto, pero su visceralismo se apoya en argumentos válidos, los mismos textos del Islam, su mismo aparato ideológico y teológico, su legislación,  los hechos y abusos constantes de países en donde se ejerce esta religión. El mensaje de Por qué no soy musulmán se vuelve necesario para todos los tiempos, nunca está de más alertarnos sobre los peligros que implica el pensamiento fundamentalista y sus desmesuras. El autor, al tiempo que ataca por todos los costados al Islam, también pondera el pensamiento católico. Su línea de base no es una ideología en particular ni alguna tesis doctrinal; es el simple y llano sentido común y la lógica más simple: sabemos que para estos tiempos donde se ha desarrollado el humanismo científico, la promoción de los derechos humanos como la tolerancia,  la diversidad de género, la libertad de expresión y de culto, muchas ideas defendidas por el Islam entran en contraposición con ciertas tradiciones occidentales. Nos logra convencer que, en definitiva, Oriente y Occidente no hablan el mismo idioma.

Ibn Warraq hace un análisis un tanto pródigo de los autores que han publicado estudio críticos sobre la historicidad de El Corán y del profeta Mahoma y llega a la conclusión de que la mayoría de estos libros podrían ser considerados blasfemos, a pesar de que se venden en lugares donde abundan textos religiosos, acordes a la doctrina de los mullahs, al autor le parece sintomático que los mismas autoridades eclesiásticas no se tomen la molestia de analizar los textos de sus heterodoxos, como si solo tuvieran ojos para sus mismas doctrinas, el mismo espíritu destructor de bibliotecas los llevaría entonces a la ignorancia sobre sus enemigos ideológicos, los teólogos del Islam ignoran a sus propios detractores. La bibliografía en la que se apoya el autor comprende diversos estudios sobre la vida de Mahoma en los que se resalta el vínculo entre las enseñanzas del profeta y el marcado fanatismo de sus seguidores.

El autor dedica todo un capítulo al asunto Rushdie, se permite solidarizarse con este escritor pakistaní de nacionalidad inglesa. Desde un principio, la postura de Warraq es la de la defensa de la libertad de expresión dentro de las tradiciones de Occidente, ya que, ésta ha contribuido en el desarrollo científico y en el avance de las sociedades.

Contrario a lo que muchas veces creemos, para Ibn Warraq, la tendencia fundamentalista, violenta e intolerante en El Islam no es una vertiente arbitraria, desviada o pervertida de la religión oficial sino su expresión más fiel, aquella que más se adecua a las enseñanzas del Corán expresadas en las suras y a las tradiciones defendidas y promovidas por los mullahs, lo demuestra revelando el hecho de que por cada sura que defienda la conciliación y la tolerancia, siempre habrá muchas más que promuevan la beligerancia y el odio hacia los que piensan distinto a nosotros.

No nos pasa desapercibido el hecho de que el autor ataque a los humanistas al calificarlos de ingenuos al creer que pueden sentar a un cristiano y a un musulmán a dialogar; la misma tradición islámica les ha negado el aparato intelectual e ideológico para discutir con argumentos que vayan más allá de la tradición coránica. Por otra parte, no hemos visto ni en la doctrina ni en la teoría ni en la práctica que se haya revelado la intención del Islam de lograr acuerdos que no sean comerciales con el mundo occidental. Lo demuestra el hecho de que algunos países islámicos no aceptan la Declaración Universal de los Derechos Humanos de la ONU, así mismo, han proclamado una Declaración de los Derechos Humanos en El Islam criticada por muchas razones, entre las cuales cabe mencionar las restricciones a la libertad de culto individual, o bien, por promover y afirmar la superioridad de los varones. Para la sharia o "interpretación islámica" las mujeres son inferiores a los hombres, ellas no tienen medios legales de intervenir en la vida pública y en casos más extremos no se les permite educarse o trabajar. Volviendo a la Declaración de Derechos Humanos en El Islam, éste hace caso omiso de la tradición islámica de tener varias esposas, ni prohibe ni permite, sencillamente deja pasar. Resulta también revelador, que esta misma tendencia a no reconocer la Declaración de la ONU persista, aunque con otros argumentos, en la tradición fundamentalista cristiana, particularmente entre los católicos integristas, para ellos, los derechos individuales deben subordinarse hacia el colectivo de creyentes que viven su religiosidad, llevan su fanatismo al punto de creer en la "libertad de Dios" y los miembros de ultra derecha, muchas veces más papistas que el mismo Papa, imponen criterios reproductivos a las mujeres muchas veces sin considerar su posición social o económica. La forma del Islam de entender los derechos humanos consiste en mantener al individuo en una posición subordinada respecto al gobierno y la sociedad. Los integrismos parecen dejar a las personas que los defienden muchas veces a la deriva de la Historia, llámense cristianos o musulmanes. La imagen con la que nos quedamos es la de seres retrógradas y empecinados en posturas pre-científicas, mitológicas y casi supersticiosas.

El doble pensar del cristianismo y el islamismo radica en ver el desarrollo de la libertad individual como una consecuencia de su visión limitada al carácter divino de su práctica; siempre parecen decirnos: eres libre, sí, pero en los términos de mis enseñanzas y de mi visión del mundo, eres cautivo de la ley divina, y por lo tanto libre, preso de un esquema de pensamiento y al mismo tiempo capaz de realizarte como ser humano, una libertad en tus propios términos solo te aleja de nosotros, te vuelve infiel, blasfemo; solo reconozco la libertad de acuerdo a mi propia doctrina, lo otro, es libertinaje. Esta manera de pensar poco a poco pierde adeptos en el mundo occidental, se están quedando solos; mientras que en el mundo árabe, cada vez se vuelve parte de la corriente principal, es una postura que se está endureciendo. Islam significa "sumisión", no puede hablarse de libertades en una religión cuyo mismo nombre se contrapone a las iniciativas individuales más básicas como la libertad de creer en algo o simplemente no creer en nada. El doble pensar de estas dos grandes religiones se parece mucho a la ideas promovidas por los estados totalitarios: "La libertad es esclavitud", tal y como supo verlo George Orwell.

Simpatizo con Ibn Warraq porque me molesta la idea de que un hombre sea infalible (Ibn Warraq puede equivocarse pero no leo su libro como un texto divino y sagrado, lo hago con una visión crítica). No soporto la idea de que lo que diga el Papa dentro del catolicismo nunca se ponga en entredicho, lo mismo pasa con los ulemas musulmales y con los mulás. Contradecir estas venerables figuras de autoridad supone apartarse del ideal colectivo que tienen las grandes religiones monoteístas. La manera de defender sus postulados se parece mucho a las anteojeras ideológicas de los comunistas que desestimaban cualquier disidencia. El libro de Ibn Warraq nos pone en alerta contra los peligros del pensamiento integrista.

Richard Dawkings ha señalado en múltiples ocasiones la forma en la que se ha acallado el pensamiento crítico que muchas veces nos conduce al agnosticismo, es tal el odio teológico hacia la falta de creencias religiosas que la misma sociedad lo considera una especia de aberración, de delito incluso superior al asesinato. Luego del atentado contra las torres gemelas el debate en torno al Islam cobró una nueva fuerza, esto no quiere decir que este debate no existiera, de hecho, la misma historia de las religiones tiene una historia alterna que habla de sus críticos. En la tradición musulmana siempre ha habido un Ibn Warraq. Fueron sus heterodoxos y el alejamiento de las posturas oficialistas lo que permitió que prosperara la ciencia y la filosofía en el Al-Andalus, fue la impostura y la blasfemia lo que permitió que el Islam tuviera una élite de intelectuales y artistas, de científicos y matemáticos, de sabios como Averroes, Al-Juarismi, el matemático Maslama, pensadores como Ibn Hazm y un largo etcétera de científicos e intelectuales. El humanismo en el Islam parece no existir en la actualidad. Si se dan cuenta, la mayoría de las profesiones que eligen los estudiantes árabes tienen que ver con cuestiones de índole práctica como carreras relativas a la ingeniería, las finanzas o la administración. Las carreras humanistas son vistas con recelo. El pensamiento crítico se juzga como aberrante, algo que debe combatirse a través del dogma y, en el caso del cristianismo, con argucias teológicas disfrazadas de razonamientos. Busquemos, por ejemplo, una definición de cultura por parte de los integristas, se darán cuenta de que les es imposible definir la misma sin la participación de Dios (Nótese que con esto apartarían de la cultura a la mayoría de las civilizaciones politeístas que hablarían de dioses en plural). La definición de cultura por parte de los integristas es tramposa y tendenciosa porque incluye a Dios como una condición sine qua non. Fuera de esto no existe cultura, la masa de no creyentes , agnósticos, ateos, libre pensadores, heterodoxos, se pueden ir a freir espárragos en el desierto. Las grandes religiones monoteístas crean una especie de zona de confort amurallada donde les es imposible escuchar los argumentos de los demás más allá de la infalibilidad de sus líderes religiosos.

El libro se llama Por qué no soy musulmán pero esto no impide que podamos leerlo como si leyeramos el libro de Bertrand Rusell Por qué no soy cristiano. Estas dos grandes religiones monoteístas tienen cosas en común como el hecho de que se apoyan en el miedo, en un sistema de castigos y recompensas, en la intolerancia para los que no piensan como nosotros; ambas religiones, son, en mayor o menor grado machistas, y a lo largo de la historia han demostrado ser bastante violentas. El autor defiende el laicismo como una manera de conservar una sana convivencia entre personas de distinto credo religioso, además de blindarse contra la interferencia del Estado cuando trata de imponer un solo credo o religión. Si en su momento el laicismo permitió a los pueblos musulmanes ampliar sus horizontes intelectuales, el sentido común nos dice que llevemos nuestras creencias hacia el pensamiento crítico, la duda, la tolerancia hacia las demás religiones desde nuestra misma religión (aunque esto suponga apartarse del dogma), la disensión, el esquema ensayo-error (porque debemos darnos la oportunidad de equivocarnos varias veces y no vivir en esa zona de confort donde se nos vende la idea de algo es infalible e irrefutable), la defensa de los derechos humanos sin que importen los criterios injustos y chovinistas de algunas religiones; el pensamiento laicista debe permitir (y ya lo ha hecho) la expresión de las minorías. El mensaje del Islam no da lugar a dudas o ambigüedades, no se presta a interpretación, es bastante claro:

"Matad a los no creyentes dondequiera que los encontréis"
"Luchad por la gloria de Dios hasta aplastar toda oposición y que no haya más religión que la del Señor."
Ibn Warraq señala que, algo que han aprendido los judíos a lo largo de su historia es que si alguien proclama que va a matarte, lo mejor es que lo tomes en serio ya que lo más seguro es que termine por hacerlo. Para más amenazas y mensajes beligerantes contra los infieles, favor de consultar su texto sagrado.
 


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