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El Blog de Noé Vázquez

jueves, 12 de marzo de 2015

Saramago, Pessoa, el recurso del doble.

 
Por: Noé Vázquez

     Que existe una intención moralizante en las novelas de José Saramago, pues eso ni duda cabe, puedo enumerar El evangelio según Jesucristo, Ensayo sobre la ceguera o Las intermitencias de la muerte. Se advierte una tesis a defender mediante el recurso de convulsionar el orden lógico de ciertas situaciones: una profecía que luego es cadena de predestinación, en el primer caso como si se tratara de una tragedia griega, de una calamidad inevitable que devendrá en pretexto para discurso y en el consabido trastocamiento del dogma; Jesus es un personaje ficticio, un símbolo, una alegoría tan importante que, al representar un pilar de la civilización es necesario cuestionar; la razón moral de esto convierte al lector en partícipe de una crítica: es necesario reflexionarnos sin dogmas, sin anteojeras morales e ideológicas;  en otras ocasiones la lectura de sus novelas representa una exposición a situaciones límite que revelen la naturaleza del individuo para luego demostrar un punto como en el segundo y el tercer caso expuesto. Se advierte una intención de hacer con sus personajes experimentos: ¿Qué pasaría si dejáramos de morir? ¿Como influiría en la forma de comportarnos?¿Somo ciegos con nuestra videncia y videntes con nuestra ceguera? ¿Somos ciegos de cualquier manera?  Saramago convirtió ciertas situaciones límite en alegorías con una intención política como si se tratara de extensas fábulas noveladas en donde no hay que confiar en el lobo, haya que tener cuidado del león y cuidado con salir solo al bosque. Visto por Harold Bloom como "un marxista-leninista que nunca llegó a madurar políticamente" fue considerado como un anacrónismo viviente por sus filiaciones y creencias, y por la manera de manifestar sus utopías sociales. Saramago nombra lo social y psicologico con todos sus efectos en sus personajes insertos en una mundo capitalista; estos personajes que se enfrentan a situaciones que no previeron, sólo para descubrir en sí mismos una actitud nunca sospechada. 

Pessoa captado mientras se dirige al trabajo.
   Pero si nos referimos a una de sus obras más tempranas no advertiremos ese afán discursivo de las novelas antes mencionadas, tal vez la ausencia de lo que yo me atrevería llamar "angustia moralizante" en una novela como El año de la muerte de Ricardo Reis conviertan a su narración en una obra más feliz y disfrutable que muchas que escribió posteriormente; en al andar de su narración acompañamos a Ricardo Reis, médico de profesión quien regresa de Brasil a su natal Portugal luego de enterarse de la muerte del gran poeta portugués Fernando Pessoa. En el transcurso de la historia, narrada en un estilo lento, detallista y pormenorizado, Ricardo Reis empieza a ver el fantasma de Fernando Pessoa que lo acompaña de cuando en cuando en sus periplos por la ciudad de Lisboa. El personaje empieza a relacionarse amorosamente con una camarera de nombre Lidia y hace amistad con otros huéspedes del hotel donde se encuentra, el doctor Sampaio y su hija Marcenda. Para entender una obra como esta en toda su dimensión es necesario primero saber un poco sobre la vida de Fernando Pessoa, considerado uno de los más grandes poetas portugueses quien a lo largo de su vida escribió con distintos heterónimos, uno de ellos es Ricardo Reis. En su novela, Saramago hermana los destinos de estos dos personajes, uno real, encarnado en la figura de este enorme poeta, ahora devenido en fantasma, presencia ocasional y figuración; y otro, quizá más real, en la personalidad de este heterónimo que se convierte en el personaje de José Saramago. Es 1935, es importante mencionarlo porque ese año muere Pessoa y al morir, se encontró todo un legado inédito de su obra, lo que lo convirtió de manera póstuma en un poeta mucho más célebre que en vida. Pessoa tuvo siempre una vida muy discreta de oficinista, como un Bartleby cualquiera, quien detentaba el secreto de su propio genio. Se dan casos así.

   En la novela de Saramago se busca reconstruir palmo a palmo la Lisboa de aquellos años cuando se cernía como una sombra el fantasma de la Guerra Civil Española, se leía en las noticias el ascenso del nazismo, y el pueblo portugués vivía la dictadura de Oliveira Salazar en Portugal. El autor acompaña al personaje por la ciudad de aquellos años, sus devaneos no precisan de un fin en sí mismo. Ricardo Reis parece haber llegado a Lisboa a acompañar a Pessoa en su muerte. Quienes conocen la poesía de Pessoa se dan cuenta de que esta novela representa un homenaje al mismo dadas las referencias que hace Saramago al máximo poeta portugués del siglo vigésimo. Para Saramago, es necesario precisar al doble para hablar de Pessoa, siendo Pessoa uno de los escritores que más uso y difusión de le dio a los heterónimos, cada uno de los cuales tenía sus propias características, como si se tratara de autores distintos entre sí. Los trasuntos de Pessoa eran vistos como "otros de él mismo", sin dejar de ser emanaciones y transfiguraciones del poeta quien vivía vidas distintas a través de sus distintas personalidades literarias. Ricardo Reis, uno de sus dobles alcanza a su creador en esta Lisboa húmeda y olorosa a mar. Se reconocen felizmente el uno en el otro. Saramago parece borrar la línea que divide al autor de sus personajes: Saramago, quien podría asumirse como un doble de Pessoa, hace un esfuerzo de transmigración para entrar en el universo de Pessoa a través de la personalidad de Ricardo Reis, quien como el Augusto Pérez de Unamuno en Niebla habrá de conocer a la fuente de sí mismo, el doble que le dio existencia y que ya se despidió de este mundo.

   ¿Qué buscaba Saramago? Creo que llevar al lector como una presencia fantasmágorica a conocer la Lisboa del poeta Pessoa, con el mismo nivel de comprensión y detalle, con los mismos aromas de sus calles y de sus gentes y, de paso, realizar una obra literaria considerada como sublime.

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