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El Blog de Noé Vázquez

sábado, 23 de junio de 2012

Alekzander Solzhenitsyn o la persistencia del espíritu

 AlexanderSolzhenitsyn
Por: Noé Vázquez
“Una detención es un tránsito impresionante, un cambio que nos transpone de un estado a otro. La larga y sinuosa calle de la vida nos llevaba, a veces con paso alegre y otras veces en un sombrío vagar, a lo largo de unas vallas, vallas y más vallas, cercas de hierro, tapias de cemento, de ladrillo, de adobes o de madera podrida. No nos parábamos a pensar qué podía haber detrás de ellas. No intentábamos elevar la mirada ni el pensamiento hacia el otro lado.
Pero allí, precisamente, justo a nuestro lado, a dos metros comenzaba el país del GULAG.”
Alekzander Solzhenitsyn. Archipiélago Gulag.
Uno de las temas que predomina en la obra de Alekzander Solzhenitsyn es el interés por el dolor de un pueblo reprimido por los controles estatales y el espionaje, por un sistema capaz de denigrar al individuo para convertirlo en una mera función mecánica. La Rusia soviética llevó al límite la degradación de los valores individuales y pervirtió a tal punto la libre manifestación de la singularidad que tenía que llegar un momento en que entrara en crisis, lo otro hubiera sido su destrucción completa. El universo antinatural de la Unión Soviética condujo a un esquema carcelario que acusó, torturó, procesó y recluyó a millones de personas; otras muchas tuvieron destinos inciertos, desaparecieron, fueron ejecutadas por un pelotón de fusilamiento, acabaron en campos de concentración o fueron enviadas a lugares remotos en con una libertad relativa que podría parecernos una forma de muerte social. Si hay mucho dolor en la obra de Solzhenitsyn, también existe el valor ético del autor por denunciarlo constantemente, su valor va más allá de una simple declaración de principios y manifiestos, hablo de una labor sistemática en la clandestinidad para denunciar un régimen político y económico que coartaba las libertades individuales subordinandolas al esquema de un proyecto de ingeniería social. El espíritu humano es libre, no sabe de proyectos quinquenales y presupuestos, éste no sabe de la función supuestamente social y el engagement del escritor orgánico, mucha de la narrativa pudo reflejar esto, algunos escritores buscaron la manera de manifestarlo. La gran mayoría de los escritores rusos ahogaron sus ideas y conceptos en nombre de este proyecto, se volvieron intelectuales orgánicos; otros negociaron sus contenidos para pasar la censura, otros eran abiertamente contestatarios, creo que Solzhenitsyn era de los últimos, su imprudencia necesaria lo humanizaba, en nombre de sus ideas se arriesgaba a las acusaciones de ser enemigo del pueblo, a la expatriación, su manera de vivir lo hacía políticamente incorrecto dentro de un régimen que sólo pedía obediencia y sumisión y nunca crítica. Solzhenitsyn se hace escritor para denunciar a su gobierno y encumbrar al hombre insignificante que lo sufre. Luego de que el autor fuera encarcelado en 1945 después de ciertas críticas al régimen y condenado a ocho años de trabajos forzados tuvo contacto directo con las historias de cientos de personas que padecían los rigores del régimen; como novelista e intelectual tuvo la capacidad de representación y análisis, así como de investigación, lo cual lo convirtió, para los occidentales, en símbolo de la libertad de expresión. Testigo de su tiempo, pudo acumular cifras y datos del régimen estalinista que serían vertidos en muchas de sus obras, una de ellas, la más notoria Archipiélago Gulag, libro repudiado por algunos, calificado de calumniante y difamatorio principalmente por los grupos conservadores de aquel entonces (1973), el autor ofrece datos de fusilamientos, sistemas de tortura, cifras de arrestos masivos, informes sobre muertes por inanición; hace una descripción pormenorizada de todo el proceso que va desde la detención hasta la deportación o el exilio interior o exterior, pasando por el interrogatorio, la tortura física y psicológica, los visos kafkianos de un mundo de horror y de locura, de una realidad estúpida, absurda, sorda, incomprensible, injusta, inverosimil. Por medio de Archipiélago Gulag Occidente se dió cuenta de que el Infierno se había instalado aquí en la tierra durante del régimen de Stalin.
Los intelectuales de izquierda de Occidente que normalmente eran condescendientes con el único estado obrero del planeta tuvieron que redefinir sus valores, fue como un balde agua fría para sus creencias, de repente, aquellos que defendían el respeto a los derechos humanos en Occidente y al mismo tiempo se encandilaban por los fuegos artificiales del sistema soviético entraron en contradicción. El ibro de Solzhenitsyn deja saber que la maquinaria procesal del régimen permitía juzgar a las personas incluso por el curso de sus pensamientos no expresados, bastaba una sospecha para que la KGB (1953-1991), la Checa (1917-1922) o la NKVD (1934-1943) tocaran a tu puerta. La mitad de la población espiaba a la otra mitad, ambas mitades sufrían la incertidumbre de no saber si sería hoy el día en que la policía secreta tocaría a sus puertas, mientras tanto, era necesario obedecer y no meterse en los asuntos de los demás. El escritor vuelve presente las voces de víctimas y victimarios, pide disculpas por aquellos que están más allá de los 227 nombres propios, “por no saberlo todo, por no intuirlo todo”. En su exhaustiva labor de investigación persigue el destino final de los presos políticos, su último paradero antes de que la Historia sea borrada definitivamente. Solzhenitsyn se pregunta a sí mismo porqué no fue posible la insurrección a tiempo.
Casi toda la obra de Solzhenitsyn gira en torno a la vida del zekk (preso), una vida hecha de resignación por una existencia que tuvo que suspenderse antes de tiempo, hecha de anhelos humildes, otras veces, con dejos de ironía y una esperanza callada por cumplir deseos sencillos. Si, como quiere Shakespeare, el mundo es un escenario, los personajes de este cautiverio parecen representar el papel fantasmas, gusanos arrastrándose hacia el más leve atisbo de luz. La Unión Soviética era una sociedad encarcelada. Desde el exilio, Nábokov los llama un “país de esclavos”. Pero no nos engañemos pensando en el zekk como un personaje sin relieve y arquetípico, todos ellos parecen decirnos que más allá de la humillación todavía existe el espíritu, que sólo espera el momento adecuado para emerger. Más allá de la cancelación de sus derechos y sus bienes materiales el reo necesita la persistencia de su propia singularidad ante la certeza de que lo ha perdido todo. El zekk descubre e inventa nuevas formas de libertad, busca intersticios para expresarse y mantener su integridad, incluso puede llegar a ser irónico y altivo, sabe que no tiene nada que perder. El conjunto de la obra de Solzhenitsyn bien podría llamarse “la persistencia del espíritu”.
La Unión Soviética nunca asumió la valoración de Solzhenitsyn en Occidente, reacios a la crítica, dejaron que el prestigio de Solzhenitsyn pasara desapercibido, se le ignoró a un nivel oficial. En 1970 se le concede el Premio Nobel de Literatura “por la fuerza ética que ha rescatado las tradiciones indispensables de la literatura rusa”, un reconocimiento al valor de levantar la voz. Si Dostoievsky nos enseña que el ser humano es irreductible, que al intentar encuadrarlo en un esquema llegamos al punto en que todo empieza a fallar, rompe todo sistema que busque encasillarno, Solzhenitsyn nos muestra que es posible la libertad y la individualidad por encima de los mecanismos que pretendan cancelarlas, no importa cuántas veces cortemos las alas del espíritu, habrá un día en que encontrarán la manera de crecer. Sus personajes, fatal e irremediablemente engarzados en la historia, nos enseñan el valor de persistir a toda costa, de conservar la última llama enmedio del ventarrón que se cierne sobre ellos. “Ellos perduraron”, nos hubiera dicho William Faulkner.

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