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El Blog de Noé Vázquez

miércoles, 12 de mayo de 2010

Una semblanza de Jorge Luis Borges






Borges. Todo hombre es el centro de un Universo


Por: Noé Vázquez.

Fue su imaginación feliz, libre de todo compromiso la que nos entregó esas páginas de prosa deslumbrante. Con una escritura depurada, una economía del lenguaje, eficiente y libre de afectaciones Jorge Luis Borges abordó temas que quizá hubieran desanimado a otros. Existe en la obra borgeana la invocación y el rescate de los hitos más notorios de la cultura: Grecia, los presocráticos, Platón, la historia del cristianismo, Roma, la filosofía árabe, la tradición judía, la historia de las literaturas germánicas, la poesía del Siglo de Oro en España, el Renacimiento, la Edad Media, Shakespeare, Cervantes, Las Mil y una Noches, la literatura inglesa, las sagas germánicas. Todos estos rumbos se vuelven recurrentes en distintos relatos como En busca de Averroes, La lotería de Babilonia, La Biblioteca de Babel, Pierre Menard, autor del Quijote, El inmortal, El Aleph, La muerte y la brújula. Borges nos enseñó (o mejor dicho, nos hizo recordar) que cada hombre es todos los hombres, que cada ser es su propio centro en el Universo, que no hay nada nuevo bajo el sol y que cada novedad no es nada más que un puntual y acertado olvido (como quería Francis Bacon). Retomó la doctrina que todo evento no es más que una repetición, versión o perversión (como esboza en Biografía de Tadeo Isidoro Cruz o El jardín de los senderos que se bifurcan.). Sus temas eran variados y recurrentes: Dios, el infinito, las bibliotecas legendarias, la muerte, los laberintos, la eternidad, la teología, las doctrinas filosóficas, los misterios del universo, los tigres (que le apasionaron desde su niñez). Él decía que toda su obra era una recapitulación o una incesante recuperación de esos temas apenas esbozados en la poesía de su juventud, una manera de revisitar las obsesiones que permanecían en el tintero. En el interlineado de la obra borgeana siempre se adivina la presencia de algo insondable, inabarcable (Dios, el infinito, la eternidad, la muerte). Quién no recuerda esta frase: “algo que no me atrevería a llamar azar rige estas cosas”. En sus cuentos, su erudición jamás ocultaba sus fuentes, incluso las presumía. Su obra se nutre de la misma literatura, la cual difunde y le hace recobrar actualidad. Puede haber muchos temas en la obra borgeana, lo que es un hecho es que el gran tema de su obra es la misma literatura y la experiencia de Borges como lector quien siempre se enorgullecía de ser un gran lector más que un gran escritor.

No hay autor que me parezca más universal que Borges, desde su condición de escritor latinoamericano podía manifestar una cultura cosmopolita sin que su circunstancia de porteño, de argentino pudiera limitarlo y podía ser un argentino sin que su cosmopolitismo nos pareciera una señal de afectación, de pose. Sus alcances son mayores, su prosa, en una etapa madura, mucho menos alambicada y adinerada que en su juventud, parece situar cada adjetivo en su mejor oportunidad, en su mejor momento y hacer que cada frase parezca aligerada y al mismo tiempo eficaz. Dando uso a una economía del lenguaje y poder de síntesis, una prosa depurada que parecía vertida (según algunos) de la literatura inglesa. Otros muchos pudieron (o quisieron) ver gestos de caballerosidad en su pluma dada una ausencia notoria de apasionamientos y de exabruptos, de muchas señales de modestia con su condición de escritor insólito y notorio. Hay en Borges una forma de honestidad que lo ponía a salvo de la autocomplacencia. Los temas borgeanos y sus obsesiones forman una literatura que es subproducto de la misma historia de la literatura, su sustento son las noches y tardes ociosas del lector de todos los tiempos. El tema de la obra borgeana es también el de la historia de la lectura. Desde Homero hasta el mismo Borges, el lector fascinado también aparece en las paginas borgeanas, Borges lector también es un personaje de sus cuentos. Con frecuencia lo vemos mostrándose deudor ya sea de una cita o frase, de un espejo, de un dicho de Bioy Casares o Macedonio Fernández, de un sueño, de una lectura de su niñez, del tema propuesto por alguien más, de un manuscrito perdido y encontrado en alguna obra notoria, de alguna enciclopedia apócrifa. Confiesa haber fatigado enciclopedias, atlas, compendios, toda clase de obras. El Borges lector inspiró un personaje del libro de Umberto Eco El nombre de la rosa, este personaje, Jorge, era un monje ciego que había leído miles de libros. El culto a Borges estaba en su apogeo en la fecha en que apareció la novela.

Podemos considerar toda la obra borgeana como una especie cuadro sinóptico con forma de espina dorsal desde donde podemos desviarnos lateralmente para conocer las múltiples lecturas que la engendran. Así, basta una referencia, por ejemplo, a William Blake o Thomas Browne para ir en busca de tales obras. Así la obra de Borges engendra su tipo de lector particular. El lector de Borges buscará las obras filosóficas, la literatura inglesa, la Biblia, el Cábala, Las mil y una noches, las sagas germánicas o la épica gauchesca; concibo la obra borgeana como un sistema de lectura o un sistema de coordenadas para llegar a otros territorios literarios.

Borges fue el peregrino ciego que vagó por muchas universidades del mundo dando conferencias o viajando por varios países recibiendo distinciones de monarcas y jefes de estado. Se convirtió con el paso de los años en la personificación del culto al libro como fetiche, como ideal. Imposible no a asociar a Borges con una biblioteca. Según Ricardo Piglia en El úlitmo lector Borges inventó al lector como héroe a partir del espacio que se abre entre la letra y la vida. Borges es el personaje lector. Los cuentos borgianos hablan de Borges leyendo.

También es cierto que no le bastaban los libros escritos, existentes. Era necesario el libro imaginario, la creencia romántica de su existencia. Así, Tlön es el texto perdido y por lo tanto, digno de ser encontrado. El texto perdido y encontrado tiene relación con la imaginería romántica del lector. Así como la imaginación romántica del personaje quijotesco llámese Alonso Quijano, Mme. Bovary o Ana Karénina, los lleva a vivir lo que han leído, el lector en estado puro busca el texto por el texto mismo, olvidándose de su propia vida, como si el libro este tuviera un valor intrínseco capaz de otorgar placer estético: puede ser el bibliófilo que valora el manuscrito raro, la edición prima, las cartas apócrifas, la edición legendaria, el incunable. La historia universal de la destrucción de los libros engendra la saga de la búsqueda del manuscrito perdido, del libro raro. El lector puro sentirá fascinación por las obras no escritas de Venerabilis Beda, las obras perdidas de Aristóteles, las tragedias destruidas de Sófocles en la biblioteca de Alejandría. Siempre el libro inexistente, deseado por su rareza, por su no existencia.

Pero este movimiento hacía dentro del libro contradice el espíritu romántico tradicional que busca los campos abiertos, se regodea de su inadaptación social, añora los paraísos perdidos, elogia la rebelión, evoca las Arcadias y se reencuentra con la naturaleza. Se busca el libro como un sitio seguro y burgués (allá aquellos que decidan vivir lo que leen en los libros), el libro es el amigo incapaz de traicionarnos, la biblioteca es la oscura cueva kafkiana o la torre de marfil de Montaigne o Goethe, las madrugadas silenciosas de Proust. La lectura es el Santo Grial fuera del tiempo y de las exigencias materiales. Nuevamente, de acuerdo con Piglia, el lector es un monje en busca de la sabiduría, de una verdad que sólo se encuentra en los libros.

Así, el libro podrá concebirse como ruidosa soledad, camino y guía a un tiempo, excusa para el insomnio, mapa de otros libros, cápsula del tiempo, amante clandestino, sitio de encuentros, cómplice de dudas y certezas, depositario de existencias pasadas, bosque de palabras, instrumento del retorno, geografía donde ubicamos voces perpetuas… Desde la invención de la imprenta y su posterior desarrollo a partir del siglo XV, la lectura inicia un proceso que la convertirá en un fenómeno de masas. Desde que ser humano nace como lector a partir de la invención de la escritura, tiempo de vida no sólo es el tiempo de sobrevivir precariamente, también es el tiempo de acceder a mundos más allá de lo formal. La lectura es una forma de celebrar el espíritu y la memoria de la Humanidad. La muerte es la gran analfabeta, la separadora del hombre de su biblioteca. La biblioteca es la nave que nos permite atravesar incólume, intacto, la dictadura del tiempo. Toda forma de cultura escrita es un ejercicio de mnemotecnia, una manera de no olvidar lo que somos.

Siempre hay otro libro, el libro posible, el libro que hubiera sido y que no fue escrito. Si para algunos no hay peor libro que el que no se escribe, para Borges, el único libro verdadero es aquel que no fue posible emprender. Hubo libros que no escribió Macedonio Fernández o el mismo Borges, hay quien dijo que, por ejemplo, Los detectives salvajes es el libro que hubiera deseado Borges escribir, yo pienso que es El péndulo de Foucault el libro posible de Borges pero también creo que el libro posible es una especulación vana, un tanto ociosa (y tal vez por eso, digna de asociarse con la literatura). Para Piglia, la subjetividad del lector en su soledad ruidosa se vuelve la protagonista. El lector es el héroe de las batallas y los continentes literarios, lo es como un Robinson Crusoe quien, con una Biblia en la mano logra vencer su desasosiego y su locura. El lector héroe logra transplantar su la civilización a cualquier lugar; Alonso Quijano es un héroe romántico, lector que emprende una epopeya; o El Salvaje de la novela de Huxley Brave New World quien es el héroe trágico y shakespereano.

Pero especular una novela de Borges es suponer a un Borges novelista, lo cual es impensable, pero, ya que él creó la figura de un Pierre Menard reescribiendo El Quijote podemos tomarnos la libertad de imaginarlo a él escribiendo tal novela. Novelar es crear un cosmos que lo incluye todo: la tiendita de las esquina, el perro sarnoso en el pórtico y el borracho durmiendo la mona en la banqueta; el cuento es una operación de supresión del detalle a través de generalizaciones: un bosque de utilería y siempre reciclable para otras historias que siempre es "el bosque" como idea general y no como particularidad, una "hada madrina" que como actriz de segunda, siempre se repite en una escena u otra; una "oveja negra" como símbolo de la particularidad y unicidad que hay en todo. Un rey es todos lo reyes. Al hablar de una rosa abarcamos todas la rosas del mundo. Siempre el símbolo, la alegoría, la noción generalizante. Para qué crear un mundo con sus detalles si podemos, con un nombre cualquiera y dar una idea sobre él. Ahí está la esencia del cuento.

En la novela corta de Vladimir Nábokov descrita como endemoniadamente ingeniosa, La verdadera vida de Sebastian Knight el autor juega con la idea de que cualquier persona puede ser Sebastian Knight, él autor mismo, el lector, el narrador, quien al final llega a la conclusión de que él Sebastian Knight. Cualquier persona puede llegar a ser otra con sólo poner atención en las ondulaciones de las almas….Esta idea de transmigraciones también está en Joyce quien hace que Odiseo recorra las calles de Dublín como Stephen Dedalus.

Cualquiera puede ser Sebastian Knight: duplicidad y ubicuidad en el ajedrez de los roles literarios. El knight o caballero del ajedrez es la única pieza que puede saltar sobre otra y dar la apariencia de estar en dos lugares al mismo tiempo. En la novela de Nábokov se es Sebastian Knight como una forma de empatía, de transmigración. Ser uno mismo es también ser otro. Para Borges "somos el pasado, somos nuestra sangre, somos la gente que hemos visto morir, somos los libros que nos han mejorado, somos gratamente los otros". En la obra borgeana se es un ser humano como generalidad, paradigma o prototipo, modelo para armar e intercambiar, patrón de muestra sobre quien se puede integrar una personalidad, cimiento desde donde se construye un carácter. Carlos Fuentes en Terra Nostra utiliza un proceso semejante de amalgamamiento y transmigración donde cada personaje es una especie de ejemplar engarzado en un relato (por momentos sólo se puede concebir al personaje a través de su relato), una especie de arquetipo o modelo. En este esquema de consolidación varios reyes españoles pueden ser uno solo; varios pintores barrocos se sintetizan en un solo personaje. Otro ejemplo es el de Virginia Woolf quien en Orlando pudo crea un personaje que empieza a vivir como hombre en la época victoriana y en un lapso de cuatrocientos años se transforma en mujer. Para qué crear personajes masculinos y femeninos para una historia que abarca cuatrocientos años, basta uno solo: hombre y mujer sucesivamente.

Si la novela construye una especie de imago mundi a partir de las palabras, el cuento es el medio a una sabiduría espontánea. El poder de condensación o amalgamamiento del cuento nos lleva un estado de iluminación súbita. Si la novela es el viaje lleno de sinuosidades (el espejo que se pasea por el sendero, según Stendhal), el cuento es atajo, la captura instantánea de alguna verdad furtiva o inasible, el encuentro rápido con esa verdad que muchas veces es una revelación íntima para cada lector, en este sentido se parece mucho al verso. En el cuento borgeano predomina una suerte de afán o intención discursiva que propone cierto convencimiento al lector: sus cuentos abordan la discusión, la enunciación, el corolario, el teorema, la refutación, la dialéctica, el discurso filosófico; en cada cuento se plantea la existencia de un pequeño universo, el cuento sabe articular una forma de conocimiento esotérico que no siempre puede ser falso. Decir que no se tienen suficientes lecturas para entender a Borges es una excusa poco convincente, se pueden seguir las tramas de los cuentos borgeanos aun siendo un profano, basta poner atención.

Hay en Borges una celebración rigurosa (aunque suene antagónico) y recurrente de los paradigmas de la cultura universal y de la historia del pensamiento. Una exaltación de la imaginación de todos los tiempos, cada hombre que alguna vez ha imaginado desde el origen del hombre, está contemplado en la obra borgeana, no de forma enunciativa, desde luego, sino de manera sucinta, implícita en alguna frase, basta enunciar la idea de alguien que lee, crea, o imagina, o alguien que es leído, creado o imaginado, bastan unas cuantas líneas para exponer la imagen de un mundo, basta un resumen o un comentario para la dar la idea de que un libro existe o ha existido (procedimiento que pudo haber tomado de Carlyle en el Sartor Resartus).

En la sucesión de temas borgeanos se da cita en sus obras primeras el rescate de un criollismo que lo ponía en contacto con la mitología cuchillera del barrio, las historias del hampa lunfarda y del arrabal porteño, los lances entre compadritos, los ánimos exaltados al calor de unas cañas, el slang del barrio. Otro Borges retomará temas históricos que piensa que le conciernen: gestas heroicas de sus antepasados, el eterno conflicto entre civilización y barbarie que se dio en Argentina en su proceso de conquista. Abordará la trama policiaca y la metafísica. En cada cuento y en cada poema utilizará el cuestionamiento y la indagación siempre señalando la existencia de un misterio que no nos es posible dilucidar. La literatura de Borges resalta las preocupaciones filosóficas de siempre a través de historias que muchas veces son tramas policiacas como es el caso de La muerte y la brújula donde la resolución de un misterioso nos puede conducir a la muerte y todo ejercicio de vida también es parte de un juego que se repite sin cesar dando variaciones a los eventos. Todo ha sido, sólo basta recordarlo; todo puede repetirse aunque no con los mismos roles de los personajes. En el mundo borgeano basta un escritor: Homero, William Shakespeare, Cervantes…todos comparten el mismo arquetipo platónico, todos son uno y basta una sola personalidad de escritor que se va moldeando a través de varias generaciones tal y como se menciona en El inmortal cuyo protagonista es el mismo autor de La Odisea. En Pierre Menard, autor del Quijote, un escritor de segunda fila decide volver a escribir El Quijote letra por letra como si él fuera Cervantes, no estamos hablando de una nueva versión del Quijote sino de la mismísima obra vuelta a escribir de forma idéntica. Tal procedimiento linda con el absurdo y la locura, Borges justifica a su personaje Pierre Menard diciendo que su labor es “el término final de una demostración teológica y metafísica –el mundo eterno, Dios, la causalidad, las formas universales…” Podemos notar en el cuento cierta ironía, cierta sorna ante los ejercicios intelectuales que, después de todo, terminan siendo meros capítulos de la historia de la filosofía.

Otros cuentos buscan una correspondencia con la teoría de la armonía preestablecida de Leibniz como es el caso de Tema del traidor y del héroe o Deutsches Requiem donde los personajes se conciben como meros actores de un drama preestablecido por un oscuro demiurgo. No sabemos si Borges escribía con una mazo de barajas en la mano pero la función del las artes combinatorias, el azar, la suerte, las loterías parecen tener una importancia capital en algunos cuentos. Puedo referir La biblioteca de Babel donde todo libro no es más que el resultado azarosas combinaciones que nos llevan a concebir todo, absolutamente todo lo que es dable a decir en palabras basta dejarlo todo a la casualidad y la coincidencia, o bien, La lotería de Babilonia donde todo destino, personal o universal está regido por un sorteo llevado a cabo por funcionarios secretos y clandestinos. Si para Piglia el sistema borgeano de lectura consistía en leerlo todo como ficción y al mismo tiempo creer en el poder de esa lectura entonces podemos concebir a Borges como una especia de cabalista quien le dio poder a la palabra como un mecanismo creador, una suerte de treno que invocaría la vida, su repercusión buscará ir más allá de la página escrita.

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