Nueve cuentos
Tiempo después de la aparición de El guardián en el centeno (1951) el público demandó más relatos del mismo autor. Salinger se decidió por estas nueve narraciones que aparecen en el volumen Nueve cuentos (1953). El primero de la lista Un día perfecto en la vida del pez plátano es una especie de fábula en donde uno de los personajes Seymour, de la familia Glass, uno de sus personajes prodigio que Salinger ha presentado en otros cuentos, se encuentra alojado con su esposa en un hotel de Florida. Básicamente el cuento es un diálogo entre Seymour y una niña de nombre Sybill Carpenter. La conversación gira en torno a temas aparentemente anodinos, triviales, Seymour llega al punto de platicarle sobre el pez plátano, menciona que éstos llevan una vida triste, entrán en un agujero en el que apenas caben, se dedican a comer plátanos hasta que se empanzonan como cerdos, comen tantos que después no pueden salir del hoyo en el que se encuentran atascados, después mueren ahí adentro de fiebre platanífera. El cuento intriga bastante, muchos lo ven como una metáfora sobre el sometimiento a las normas sociales, a una serie de compromisos que aceptamos que de alguna forma cancelan nuestros instintos vitales o limitan nuestra individualidad, esto puede conducirnos a crisis, momentos en que reflexionamos si vale la pena nuestra existencia con toda esa serie de acuerdos a los que nos sometemos. El personaje de Salinger termina por suicidarse. El ejemplo del pez plátano lo ha transformado al punto que ya no quiere saber nada más de su propia vida. Hay cierto paralelismo entre Seymour o los personajes de Salinger con la vida del mismo autor. Si Seymour se quitó la vida abruptamente, Salinger se decidió por una muerte social, un aislamiento en un pueblo de New Hampshire en donde se ocultaba de todos. En algún artículo leído por ahí supe que José Agustín definía la vida de Salinger como una “muerte a plazos”, estoy de acuerdo, tomando en cuenta que vivir es una forma de morir de manera gradual pero el aislamiento de Salinger pudo obedecer a sus creencias de budismo zen que busca una destrucción de la individualidad, es evidente que como en toda vida, a ésta no le faltaban contradicciones. José Agustín se pregunta si Salinger no supo escuchar a tiempo el mensaje del pez plátano y suicidarse en un momento adecuado tal y como lo hace Seymour, personaje que en Levantad carpinteros la viga maestra aparece como un jóven atormentado con una sicosis de guerra al grado que los familiares de su prometida Muriel lo ven como una personalidad esquizoide y suicida (en alguna carta menciona que le gustaría ser un gato muerto). Todos los hermanos Glass quienes son niños prodigiosos que en su momento han participado en el programa de “Los niños sabios” poseen cierto grado de extravagancia y anticonvencionalidad lo que muchas veces los mete en problemas y malos entendidos; Seymour imaginaba ser un paranoico al revés capaz de pensar que las personas conspiraban a su alrededor para hacerlo feliz y es esta felicidad sin limites la que le lleva a cancelar su boda con Muriel en una primera instancia. ¿Qué haría entonces? Tal vez esperar a recuperar un poco de infelicidad en su vida para decidirse por la boda. Seymour, una introducción que aparece en otro volumen, incluye en forma de cartas una presentación del personaje con su complicada psicología, sus aversiones y gustos literarios, siempre como corriente principal su inadaptación y sus críticas a la noñez de los adultos. Seymour muere joven como cualquier estrella de rock, tal vez es preciso que así sea. Quizá Salinger no quiso someterlo a un matrimonio largo con Muriel para que no terminara como el pez plátano, gordo como un cerdo y sin poder salir de agujero que una vida entrampada en el cubículo de alguna oficina.
Justo antes de la guerra con los esquimales retrata la vida de los jóvenes de clase media-alta en la época de la postguerra, personajes cuya juventud e inocencia son los ingredientes de su propio glamour, su vestimenta refleja su condición snob, el estilo de vida de los colegios privados donde se juega mucho tenis. Salinger quien fue un judío de clase más o menos acomodada frecuentó este mundo, no hay que olvidar que estuvo comprometido con Oona O´Neil, la hija de un célebre dramaturgo y conocía el estilo de vida de los jóvenes adinerados que incluso podemos ver reflejado en Desayuno en Tiffany´s de Truman Capote. En este cuento Gennie Madox y Selena Graft acaban de terminar una partidad de tenis y deciden ir a casa de Selena donde ésta va a pedirle dinero a su madre para pagar una deuda con Gennie, mientras espera en la sala se encuenta con Eric, el hermano de Selena. Parece que Eric le causa una buena impresión a Gennie y esta termina por olvidarse de la deuda de Selena. El cuento es corto y parece no poseer esa iluminación abrupta en donde aflora el mensaje pero los diálogos y la juventud de los personajes parecen quitarnos muchas canas, como quería Cervantes. En el mismo volúmen aparece nuevamente ese gusto por lo chic en otra narración ubicada en la época de la guerra y la postguerra Para Esme, con amor y sordidez nos muestra que sólo desde la felicidad y la inocencia podemos desear lo sórdido de ciertas situaciones, la búsqueda de los escabroso desde nuestra salud mental y la invención del el drama como síntoma de felicidad.
El hombre que ríe es un cuento dentro de otro cuento, existen dos historias paralelas, una propiamente narra la historia del "hombre que ríe" y otra historia donde este cuento es narrado. Todo empieza con un equipo de béisbol de la liga infantil los Comanches, han jugado varios partidos a lo largo del mes y viajan en autobús, su entrenador, apodado "Jefe" les cuenta a plazos la historia del hombre que ríe, éste tiene las características de un cuento chino, es una historia para desparramarse por todos lados, de vertientes y desviaciones, de muchos cáuces, según nos dice el narrador. El jefe comienza narrando que "el hombre que ríe" fue alguna vez un niño raptado por unos bandidos chinos quienes querían cobrar rescate por él, los padres por cuestiones religiosas deciden no pagarlo y los bandidos en venganza ponen la cabeza del niño en un torno de manera que ésta queda como una nuez pelada y la boca con una protubercia monstruosa parecida a una sonrisa. La historia narra las aventuras fantásticas del "hombre que ríe" y también es una muestra del poder de un relato. Cuando el personaje niño termina de escuchar la narración del “hombre que ríe” le tiemblan las rodillas y le castañean los dientes. El resultado de que un cuento largo se salga de sus cauces da como resultado una novela corta, esto pudo haber pasado con El guardián en el centeno.
Los cuentos de Salinger en este volumen giran en torno a lo tierno y lo macabro, sus personajes son jóvenes, tienen esa clase de generosidad natural que los desengaños de la vida no han marcado con el cinismo o la amargura y una especie de sabidura o comprensión que parece que perdemos con los años. Su vitalidad radica en que sus mensajes son abiertos a la interpretación, son parábolas, historias para lanzar el saco en espera de que alguien se lo ponga, por eso algunos de sus cuentos parecen un tanto herméticos. Como en el budismo zen muchos cuentos buscan la sabiduría espontánea a través de la aportación de una visión particular del mundo y de un entendimiento que vuelva transparente la realidad. En el caso de Salinger, éste parece decirnos que los lazos sociales muchas veces parecen cegarnos y someternos a una serie de procesos que van limitando poco a poco algunos rasgos de nuestra personalidad, saboteando nuestras iniciativas más profundas y vitales. Hay en estos cuentos una recuperación del absurdo por medio de la cancelación del pensamiento lógico donde se nos anima a pensar con nuestros propios conceptos y modelos como buscaba el personaje de Teddy (niño prodigio como cualquiera de los hermanos Glass) en el cuento del mismo nombre cuyo final abierto busca horrorizarnos. Los cuentos de Salinger invitan nuevamente a redescubrir la vida un autor que decidió ser leyenda.
Etiquetas: J.D. Salinger