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El Blog de Noé Vázquez

martes, 31 de mayo de 2011

Las palabras del árbol.

Elena Poniatowska recuerda a Octavio Paz.

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  En Octavio Paz, las palabras del árbol Elena Poniatowska parece escribir una emotiva carta a su amigo Octavio Paz, una carta entrañable plena de recuerdos que definen a grosso modo la trayectoria del poeta mexicano. Acompañamos estas memorias compartidas con alusiones a metáforas en donde la escritora define la influencia del poeta como la de un árbol, con sus ramajes, sus raíces, el frescor de su sombra, sus frutos, los pájaros que lo habitan;  la solidez de su temperamento y sus convicciones, el punto de referencia que siempre representó el poeta y ensayista para el grupo de intelectuales que de alguna manera “dirigió” y cobijó bajo su sombra desde sus proyectos de difusión cultural tales como las revistas Taller, Plural o Vuelta. No resulta extraño que se compare al escritor con un árbol, basta pensar en las referencias al árbol en algunos de sus poemas.

“Caminé por la noche de Oaxaca,/inmensa y verdinegra como un árbol…”

“Nombras el árbol, niña/ y el árbol crece sin moverse…”

“un sauce de cristal, un chopo de agua…”

“Anoche un fresno/ a punto de decirme algo---callóse.”

  Si Octavio Paz habla en sus poemas de árboles sus obras son brotes tiernos, semillas recién plantadas, el germen de una idea que como todas las ideas nuevas resulta peligrosa. El poeta de alguna manera pudo cultivar desde el principio la semilla del la crítica tanto social como literaria. Una comprensión poética del mundo en sus ensayos que de alguna forma nos dieron las herramientas para volver transparente la realidad que vivíamos: el “ser” del mexicano en ese clásico de la crítica llamado El laberinto de la soledad que nos ayudó a entendernos mejor y contribuyó a crear un puente ante la perplejidad del extranjero que con frecuencia necesita explicarse lo que somos, o bien; El arco y la lira, ensayo donde se busca la definición (o a la indefinición total, necesaria) del fenómeno de lo poético, obras memorables son Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fé que levantó ámpulas en la nomenklatura católica y reanudó el debate histórico sobre esta poeta clasisista y barroca; obras que contribuyeron al estudio de la significación como Claude Lévi-Strauss o el nuevo festín de Esopo…

  En este libro Elena Poniatowska encuentra una manera feliz de comunicar y combinar en ensayo literario, la biografía, la semblanza, la descripción, el anecdotario, el género epistolar, la entrevista, todo ello bordado con un sentimiento de celebración con el que saludamos nuestros recuerdos vueltos a encontrar, vueltos a vivir. Ahí debemos buscar todas las batallas perdidas y ganadas del poeta: la experiencia del comunismo y su postura crítica ante esta filosofía socio-política; la influencia surrealista con Bretón, con Duchamp, con Benjamin Péret; sus primeros poemas, el encuentro con la India, el desencuentro con el Estado mexicano luego de los incidentes del sesenta y ocho, sus críticas al sistema priísta y contradictoriamente, su complicidad y amistad con algunos gobiernos emanados de este partido, sus afinidades y diferencias con otros intelectuales, su humor cambiante, voluble, su tendencia natural a la polémica, a la controversia, su pasión crítica. 

  No existen libros obligados dado que la felicidad no es obligatoria y aunque parezca obligado siento que al leer esta obra me acerco a algún pirul, eucalipto o sauce a perseguir aunque sea literariamente la felicidad que supone (de la mano de Paz) entender mi propia circunstancia de mexicano.

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