Lituma en los Andes.
Con esta novela Vargas Llosa muestra ciertas vertientes sobre la vida social de las comunidades del Perú, la adaptación de la modernidad en un ambiente premoderno, y la adaptación de las culturas milenarias con sus rituales precolombinos y creencias todavía vigentes hacia los embates de una civilización distinta, formas de gobierno que se imponen a las formas de vida de los naturales y que provocan un encontronazo cultural, un choque de cosmovisiones y un sincretismo forzado mañosamente para la convivencia pacífica. Entre las comunidades vernáculas del Perú la religión tiene una importancia capital, como en la mayoría de los países latinoamericanos. En ese mismo ámbito tienen que convivir diversos grupos étnicos y razas con resultados muchas veces violentos. En este caso se combinan en una región agreste y selvática los secuestros del grupo Sendero Luminoso, las supersticiones y fetichismo de las comunidades quechuas con sus creencias en todo tipo de espíritus, los pishcatos, mukis y apus; los sacrificios humanos, y las muertes inexplicabes. La civilización, antes de encargarse del espíritu de los habitantes de las montañas buscará domesticar la naturaleza, la explotación minera, el progreso, la construcción de caminos. El avance de la civilización sólo acentuará las desigualdades sociales. Surge la guerrilla. Mario Vargas Llosa narra algunas acciones de los senderistas o terrucos quienes no creen en nada que venga del gobierno y son enemigos de la forma de pensar de la burguesía.
Lituma en los Andes está ubicada en un campamento minero en las montañas de Perú, en la comunidada de Naccos, sitio adonde en un futuro va a cruzar una carretera que desplazará al camino mulero que siempre han tenido. Al lugar se presentan obreros, capataces e ingenieros. Al sitio parece gobernarlo la fantasmagoría y el miedo a los espiritus. En este lugar el cabo Lituma de la Guardia Civil tiene que investigar la muerte de tres hombres. Entre las comunidades quechuas existe la creencia que cada elevación de la montaña está gobernada por seres que pueden tanto beneficiarte como destruirte, los apus o señores de las montañas, otro mito es el de los pishcatos, especie de incubos encarnados en personas de carne y hueso quienes en forma de espíritu se alimentan de la grasa de sus victimas y de su hálito vital para después consumirlos hasta que mueren. El cabo Lituma, destacado en esa comunidad para resolver la incognita de tres desaparecidos no puede creer en esos cuentos de indios. Sabe que estas muertes o desapariciones tienen una explicación racional y lógica. A través de ciertos diálogos con su subalterno Tomas Carreño en donde se presentan de manera simultánea tanto el diálogo que evoca Tomás como con el panorama de los evocado en conversaciones que intercalan presente y pasado vamos conociendo la subtrama un tanto romántica de un amor perdido: Mercedes, la novia a la que constantemente menciona el subalterno Tomás y que se convierte en el leit motiv de las conversaciones entre los dos personajes. Ciertas indagaciones llevarán a Lituma con un danés enamorado de la cultura peruana, Escarlatina quien le abre los ojos respecto a la desaparición de estos tres personajes. Escarlatina le habla de las costumbres milenarias de los antiguos peruanos quienes sacrificaban a sus víctimas a la montaña para que ésta y quienes viven en ella pudieran librarse de algún hecho fatal, o bien, para ganarse el favor de los espíritus que habitan en ellas, costumbres y creencias que ni siquiera la influencia judeo-cristiana pudieron desterrar y que permaneció de manera profusa en las creencias diarias de la gente indígena. Este sincretismo se manifiesta en celebraciones orgíasticas y dionisiacas que son la pura exaltación del gozo donde "se visita al animal", la gente se pone en contacto con su parte instintiva y salvaje por medio de cantos y bailes acompañados de pisco que es una bebida a base de uva, o bien con la chicha. Los danzantes entrarían en estado de transe en comunión con alguna entidad sobrenatural. Todo ello conviviendo con la devoción católica enemiga del cuerpo y anti hedonista. La estructura simétrica de la obra permite conocer, en capítulos alternados en los segmentos que la forman, otras historias que se presentan a la manera de contrapunto para interrumpir la narración lineal y las conversaciones del cabo Lituma con Tomás Carreño como la historia de la pareja de franceses que son capturados por una célula de Sendero Luminoso, la historia del secuestro por los mismos de la señora de d´Hacourt; el relato ya mencionado sobre los amores de Mercedes con Carreño, la vida de los tres desaparecidos Demetrio Chancha o Medardo Llantac, quien era el capataz de la obra, Pedro Tinoco, un mudito, y Casimiro Huarcaya, un albino que deshonra a una muchacha en alguna feria para después encontrarla convertida en guerrillera del grupo Sendero Luminoso, hecho que casi le cuesta la vida al albino. Otros capítulos tratarán sobre la histora de Adriana y Dionisio, los dos taberneros de Nacco quienes parecen tener la solución al misterio. La cantina que regentea esta pareja parece ser el núcleo de las habladurías y los mitos que se tejen en esta comunidad. Estos representarían la parte irracional, antilógica de la trama y también su parte dionisiaca y hedonista. La historia de Adriana y Dionisio es una vulgarización de los mitos griegos, una versión quechua o vernácula de los mitos de Adriana quien en este caso durante su juventud trama la destrucción de un diablo de las montañas mediante un brebaje para crear una red excrementicia donde en un laberinto de cuevas andinas Timoteo Fajardo (Teseo) habría de buscar y destruir al pishcato (Minotauro) infausto que cobra víctimas en forma de cocineras jóvenes de la comunidad, Adriana buscará fugarse con Timoteo, ésto con el rechazo de su padre (Minos). La mocedad de Dionisio estaría marcada por un vagabundear de pueblo en pueblo en una celebración constante que exaltaría la vida, el gozo, la irracionalidad y la barbarie. No puede empezar fiesta religiosa o secular sin la participación de este personaje. Con Dionisio, las dos vertientes religiosas tanto católicas como paganas conviven en una armonía sincrética. A Dionisio los curas lo ven con recelo, pero saben que es un mal necesario, a una temporada de sobriedad y resguardo le sigue una de excesos y licencias. Dionisio está ahí para eso.
Lituma en los Andes está ubicada en un campamento minero en las montañas de Perú, en la comunidada de Naccos, sitio adonde en un futuro va a cruzar una carretera que desplazará al camino mulero que siempre han tenido. Al lugar se presentan obreros, capataces e ingenieros. Al sitio parece gobernarlo la fantasmagoría y el miedo a los espiritus. En este lugar el cabo Lituma de la Guardia Civil tiene que investigar la muerte de tres hombres. Entre las comunidades quechuas existe la creencia que cada elevación de la montaña está gobernada por seres que pueden tanto beneficiarte como destruirte, los apus o señores de las montañas, otro mito es el de los pishcatos, especie de incubos encarnados en personas de carne y hueso quienes en forma de espíritu se alimentan de la grasa de sus victimas y de su hálito vital para después consumirlos hasta que mueren. El cabo Lituma, destacado en esa comunidad para resolver la incognita de tres desaparecidos no puede creer en esos cuentos de indios. Sabe que estas muertes o desapariciones tienen una explicación racional y lógica. A través de ciertos diálogos con su subalterno Tomas Carreño en donde se presentan de manera simultánea tanto el diálogo que evoca Tomás como con el panorama de los evocado en conversaciones que intercalan presente y pasado vamos conociendo la subtrama un tanto romántica de un amor perdido: Mercedes, la novia a la que constantemente menciona el subalterno Tomás y que se convierte en el leit motiv de las conversaciones entre los dos personajes. Ciertas indagaciones llevarán a Lituma con un danés enamorado de la cultura peruana, Escarlatina quien le abre los ojos respecto a la desaparición de estos tres personajes. Escarlatina le habla de las costumbres milenarias de los antiguos peruanos quienes sacrificaban a sus víctimas a la montaña para que ésta y quienes viven en ella pudieran librarse de algún hecho fatal, o bien, para ganarse el favor de los espíritus que habitan en ellas, costumbres y creencias que ni siquiera la influencia judeo-cristiana pudieron desterrar y que permaneció de manera profusa en las creencias diarias de la gente indígena. Este sincretismo se manifiesta en celebraciones orgíasticas y dionisiacas que son la pura exaltación del gozo donde "se visita al animal", la gente se pone en contacto con su parte instintiva y salvaje por medio de cantos y bailes acompañados de pisco que es una bebida a base de uva, o bien con la chicha. Los danzantes entrarían en estado de transe en comunión con alguna entidad sobrenatural. Todo ello conviviendo con la devoción católica enemiga del cuerpo y anti hedonista. La estructura simétrica de la obra permite conocer, en capítulos alternados en los segmentos que la forman, otras historias que se presentan a la manera de contrapunto para interrumpir la narración lineal y las conversaciones del cabo Lituma con Tomás Carreño como la historia de la pareja de franceses que son capturados por una célula de Sendero Luminoso, la historia del secuestro por los mismos de la señora de d´Hacourt; el relato ya mencionado sobre los amores de Mercedes con Carreño, la vida de los tres desaparecidos Demetrio Chancha o Medardo Llantac, quien era el capataz de la obra, Pedro Tinoco, un mudito, y Casimiro Huarcaya, un albino que deshonra a una muchacha en alguna feria para después encontrarla convertida en guerrillera del grupo Sendero Luminoso, hecho que casi le cuesta la vida al albino. Otros capítulos tratarán sobre la histora de Adriana y Dionisio, los dos taberneros de Nacco quienes parecen tener la solución al misterio. La cantina que regentea esta pareja parece ser el núcleo de las habladurías y los mitos que se tejen en esta comunidad. Estos representarían la parte irracional, antilógica de la trama y también su parte dionisiaca y hedonista. La historia de Adriana y Dionisio es una vulgarización de los mitos griegos, una versión quechua o vernácula de los mitos de Adriana quien en este caso durante su juventud trama la destrucción de un diablo de las montañas mediante un brebaje para crear una red excrementicia donde en un laberinto de cuevas andinas Timoteo Fajardo (Teseo) habría de buscar y destruir al pishcato (Minotauro) infausto que cobra víctimas en forma de cocineras jóvenes de la comunidad, Adriana buscará fugarse con Timoteo, ésto con el rechazo de su padre (Minos). La mocedad de Dionisio estaría marcada por un vagabundear de pueblo en pueblo en una celebración constante que exaltaría la vida, el gozo, la irracionalidad y la barbarie. No puede empezar fiesta religiosa o secular sin la participación de este personaje. Con Dionisio, las dos vertientes religiosas tanto católicas como paganas conviven en una armonía sincrética. A Dionisio los curas lo ven con recelo, pero saben que es un mal necesario, a una temporada de sobriedad y resguardo le sigue una de excesos y licencias. Dionisio está ahí para eso.
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