George Perec, algunas instrucciones de uso
Por: Noé Vázquez
Ahora que usted ha decidido comenzar a leer a George Perec (1936-1982), permítame felicitarlo, ha tomado una excelente decisión. Antes de empezar, déjeme hacerle algunas recomendaciones que estoy seguro, enriquecerán la comprensión de los textos que usted ya dispone que juntos, formarán un total de cerca de cuarenta obras. Tiene usted en su poder las páginas de uno de los más importantes escritores del siglo XX, su obra, leída por muy pocas personas, se caracteriza por ser única. Se ha dicho que Perec es uno de los autores más originales que ha dado Francia. Ítalo Calvino lo describía como «una de las personalidades literarias más singulares del mundo, al punto de que no se parece a nadie en absoluto», su influencia se extiende hacia autores como Enrique Vila-Matas, Roberto Bolaño, Paul Auster. Y hay algo que conecta a Bolaño con Perec, veamos, está en el uso de las listas y las enumeraciones como un medio narrativo, en los inventarios, como si quisiera agotar la exploración de ciertos hechos, en un constante acopio de fechas, nombres, datos circunstanciales (esto es muy notorio en 2666, 2004); y también lo vemos en la correspondencia entre historias, lo cual podemos notar en Los detectives salvajes (1998). Una trama que conduce a otra, y esta a su vez, a una más y así sucesivamente, esto también se encuentra en Piglia en Respiración artificial (1980). Pues bien, todo esto ya se encuentra en Perec. Pero ya no lo distraigo con estas elucubraciones que son tema de otro escrito. El amable lector se debe de preguntar para este momento acerca de donde comenzar. Déjeme hacerle una pregunta, ¿acaso importa? Lo crucial es comenzar por alguna parte. Me tomaré la libertad de referir una experiencia personal: inicié su lectura hace algunos años con La vida instrucciones de uso, que es considerada su novela más ambiciosa, y para muchos, su obra maestra. Por mucho tiempo, esta novela ha provocado un debate que parece no cesar. Aunque pocos, desde su aparición en 1975, se han sumado nuevos lectores, además, ha sido un tema de estudio muy socorrido para académicos y especialistas, o bien, simples diletantes como quien escribe estas líneas. El lector debe saber que una primera lectura no puede aprovechar una obra de ese calibre, debe haber otras sucesivas. Imposible agotar una obra con tantas facetas, pero no se desespere, ahí radica el encanto de una novela como esta, en la posibilidad de revisitarla una y otra vez y convertirla en un perpetuo descubrimiento.
Antes de que afronte esta formidable empresa (y yo estoy seguro que el lector ya se vio blandiendo lanza, con yelmo y espada al cinto, en agotadoras jornadas de caballería para guerrear con monstruos y gigantes en territorios ignotos y salvajes), déjeme hacer algunas precisiones que tal vez sean de utilidad para que mejore comprensión de los textos. Imagine el lector que es otro. Sí, que es otro, que usted no es usted mismo. Vamos a disociar nuestra personalidad, a desprenderla un poco. Porque estará usted de acuerdo conmigo en que ni usted ni yo somos lectores ideales, platónicos, engendrados como un modelo en el elevado mundo de las ideas y ensamblados para un escritor en particular, una forma precisa y soñada como un molde o transparencia perfecta que se sobrepone ante una obra. ¿Verdad que no? Para serlo necesitaríamos saberlo e intuirlo todo. Y en esto, Perec tiene algo en común con Joyce porque ambos abordan la creación del lector como personaje. Entonces, así es como George Perec nos imagina, como lectores perfectos a quienes puede lanzar una indirecta, un guiño, una pequeña trampa, abrumarnos con datos exhaustivos, chistes privados, juegos de palabras, con enlistados agotadores de apariencia superflua como el inventario de una cava o de una bodega de comestibles. Luego, Perec imagina que el lector conoce el valor literario de las enumeraciones, de las colecciones de recuerdos que muchas veces son tan personales que requieren el pie de página para aclararlos (tal y como en Me acuerdo, 1978); el lector entiende la relación verídica de los sueños que Perec ve como textos, y como expresión de un movimiento artístico que rescata la libre asociación de ideas, que señala la importancia de lo onírico en la literatura (tal y como en La cámara oscura, 1973); de una relación de obras pictóricas inexistentes en donde el autor fuerza las palabras hacia la intimidad de la imagen (nos damos cuenta de que no existe un escritor que sea tan visual como Perec, es como un pintor frustrado que tuviera que escribir por necesidad, esto lo vemos en Gabinete de un aficionado, 1979). El autor piensa que el lector está construido a su imagen y semejanza y que es partícipe de su abrumador afán de coleccionismo y acaparamiento. Lo que hace Perec es una brutal autopsia de su realidad, conduce su mirada hacia los mínimos detalles. Precaución, se le advierte, procure no marearse.
Y tratándose de La vida instrucciones de uso, al igual que yo, usted deberá estar preparado para el incesante tráfago de las influencias del autor. La obra es una novela total que, como es la tendencia de muchas obras de ese estilo, busca agotar la exploración de la realidad. Perec enumeraba cuatro polos o vertientes de su escritura, que, de alguna manera se encuentran reunidos y entremezclados ahí: «el mundo que me rodea, mi propia historia, el lenguaje, la ficción». Se invocará el apetito textual de ese lector ideal para asomarse a una gran cantidad de referencias históricas y culturales, a la saturación de personajes, al incesante número de sus líneas dramáticas (su obra se antoja caleidoscópica, un pequeño empuje mueve las tramas de cada capítulo, muchas de ellas con un enfoque detectivesco), hacia la pirotecnia del lenguaje en donde abundarán los juegos de palabras, los palíndromos, los rompecabezas, los anagramas. La misma novela es un puzzle que usted, irá armando y desarmando a medida que lee. La vida instrucciones de uso es el resultado (como toda gran obra) de todo un cúmulo de experiencias y lecturas del autor en el que será importante destacar los elementos visuales, proyectando esa intimidad de vértigo que hay entre lo pictórico, lo escultórico y lo artesanal que a su vez tienden líneas hacia lo verbal. Vinculación sellada con un lenguaje detallado en el que abundan descripciones vívidas y precisas de lecturas (constantes referencias del autor hacia escritores existentes e inexistentes), de viajes (cada personaje tiene un background que lo ubica en momentos y lugares distintos). Esta summa tendrá un ordenamiento matemático bien preciso en el que nada está dado al azar.
Es posible que usted se encuentre familiarizado con Rayuela (1963) de Julio Cortázar, una novela a saltos que propone diversas lecturas. Imagine entonces otra rayuela, otra novela de saltos. Si conoce el movimiento del caballo en el ajedrez, téngalo en consideración porque necesitará visualizar esos saltos en forma de ele. Para esto, a petición el mismo autor, imagine una casa grande, un inmueble parisino de varios pisos. La idea de todo esto es elevar las formas geométricas, los espacios, los personajes, las historias que llevaran consigo otras historias y las asociaciones libres y automáticas a la n potencia. En el viaje, este lector ideal tendrá contacto con cerca de mil quinientos personajes, de los cuales, más de un centenar serán personajes principales. Ahora, con el recurso de su imaginación, retire la fachada. ¿Qué observa? Correcto. Ve las habitaciones de todos los huéspedes, como un voyeur observa lo que hacen, sus objetos, sus diálogos, pero también, a través de la narrativa perecquiana verá su presente, su pasado y su futuro, verá su relación con otros personajes, verá sus desenlaces. Así es como se vería el edificio sin la fachada:
Fig. 1 |
Piense luego en términos geométricos, encima de este frontis del edificio sobreponga un cuadro, divídalo en casillas, que sean 10x10 que multiplicadas lado por lado darán cien. Ese es nuestro tablero imaginario que colocaremos encima de la casa sin fachada. La vida instrucciones de uso es la solución matemática-narrativa de un problema antiguo en el que se pide que, teniendo una cuadrícula con n x n casillas y un caballo de ajedrez colocado en una posición cualquiera (x, y), el caballo tendrá que pasar por todas las casillas sin repetir ninguna. La novela de Perec es una de tantas soluciones. La idea de crear una obra que obedezca a un orden matemático bien preciso se encuentra en muchas obras literarias. Tal vez el ejemplo más conocido sea la Commedia de Dante: 3 partes, 1+33 cantos en 9 círculos del Infierno, 33 cantos en 9 partes del Purgatorio, 33 cantos en 9 cielos del Paraíso. La obra de Perec tiene una marcada influencia del grupo literario al que pertenecía, el Oulipo, el taller de literatura de la restricción, littérature à contraintes. Raymond Quenau, el creador de este movimiento, y a quien está dedicada esta novela, pensó que sería buena idea unir la literatura con las matemáticas. Pongo abajo el movimiento del caballo a lo largo de los noventa y nueve capítulos de la obra:
Fig. 2 |
Este es el rompecabezas que propone Perec. Como usted ve, el caballo pasa por todas las casillas sin repetir ninguna. Eso es lo que usted hará como lector, ir de casilla en casilla, visitando historias y personajes. Toque a sus puertas, ándele, no sea tímido. Es posible que se encuentre con tal cantidad de enumeraciones e inventarios que piense que la obra es una especie de pastiche o collage en los que cabe todo, esa es la idea, el movimiento literario engendrado por Raymond Quenau defendía como uno de sus postulados la experimentación como un juego de permutaciones en el que se sumarían toda clase de elementos: historias, vocablos, referencias. Hay mucho de sobreposición cubista en el que es bien importante la mirada hacia todos los espacios posibles. El cubismo puede desarticular los objetos y luego, volver a exhibirlos de otra forma. Usted participará en la recomposición de una serie de tramas hasta completar la obra tal y como el autor lo dispone. Perec expresa de esta manera su intención: «el compendio de una serie de saberes que dan forma a una imagen del mundo, el sentido del hoy que está también hecho de acumulación del pasado y de vértigo del vacío».
No desdeñe los detalles, deléitese en las enumeraciones y a las prodigalidades. Le advierto que en todas sus novelas habrá acercamientos hacia ciertas minucias: el instructivo de la caja de herramientas de algún pintor o artesano, la descripción medida de los mismos, los inventarios de existencias de alguna bodega o almacén, las listas de compras. Perec habla de acercamientos hacia lo cotidiano, es muy notorio en Lo infraordinario (1989) en donde nos recomienda confrontar lo que vemos en el día a día, más acá de las notas de la prensa, más acá de la espectacularidad. «Interrogar lo habitual» para repensarlo, para acorralarlo y también, la búsqueda de la recuperación del asombro por lo más cercano a nosotros. Perec se parece a un acumulador compulsivo, lo refiere de esta manera en Especies y espacios (1974): «mi Historia deposita residuos que van apilándose: fotos, dibujos, carpetas, […] cajas, gomas, postales, libros, polvo y chucherías: lo que yo llamo mi fortuna». Lo que hace Perec con los objetos está relacionado con los ready mades, en este aspecto es un heredero de los surrealistas, de los dadaístas, de artistas como Marcel Duchamp. Usted mismo será capaz de verlo, sólo acérquese a Las cosas (1965) , obra en el que los objetos se vuelven personajes casi vivos que acaparan la imaginación de los dos protagonistas, los objetos llevan esa carga que les atribuyó un window shopping previo, sistemático y casi religioso, ese agotamiento del espíritu en aras de la posesión, la cosificación del mundo llevada a sus últimas consecuencias y de ahí, la concreción de cualquier forma da felicidad en gasto (tal y como se quejan los críticos del liberalismo económico y del libre mercado), en compras innecesarias para contrarrestar un horror vacui en donde la adquisición, el placer de comprar será lo único que otorgue sentido a nuestras vidas. A los objetos los carga cierta electricidad que les imbuye haber sido deseados, de ahí su carácter de fetiche. La preocupación por la dignidad de los objetos cotidianos se encuentra en casi toda la obra perecquiana.
Hay en La vida instrucciones de uso un personaje, Bartlebooth, quien de alguna manera influencia la vida de los demás personajes. Bartlebooth es un millonario sin ningún tipo de motivación. No busca la fama, el conocimiento, la riqueza, las mujeres. Él se propone a que toda su existencia «quede organizada en torno a un proyecto cuya necesidad arbitraria tuviera en sí misma su propia finalidad» y esto nos recuerda que hay un Bartleby en Un hombre que duerme (1967) en donde veremos el despojo gradual de las actividades asociadas con la existencia diaria para convertir la vida en pura contemplación. Contemplar, enumerar, clasificar, realizar una actividad estéril una y otra vez, también es una de tantas formas de vouyerismo, y también, éste nos lleva a la desaparición. Lo sabía Melville y también Kafka, de quién Perec es un heredero. Y ahora que menciono a Kafka, creo que es pertinente mencionar una de sus frases más conocidas, porque abre como un epígrafe la novela mencionada: «No es necesario que salgas de casa. Quédate en tu mesa y escucha. Ni siquiera escuches, espera solamente. Ni siquiera esperes, quédate completamente solo y en silencio. El mundo llegará a ti para hacerse desenmascarar, no puede dejar de hacerlo, se prosternará extático a tus pies». La contemplación es una especie de suicidio gradual, una operación de disolución del yo. Perec se propone recomponer el vértigo de la realidad en sus objetos, espacios, movimientos, llevando ese realismo hasta sus últimas consecuencias como cuando decide hacer una relación pormenorizada del tráfago de un sitio en particular con Tentativa para agotar un lugar parisino (1975), ahí hay algo de contemplación pasiva. Con el personaje de Bartlebooth, la elaboración de acuarelas que se convertirán en puzzles es una de tantas formas de responder a la pregunta qué hacer. La respuesta sigue siendo «nada». Partir de cero para llegar a otro cero, como lo menciona Perec. Morir, después de todo, y la muerte, como un virus, también tiene sus formas de contagio, una especie de «lepra de la espera», como en algún verso que alguna vez leí. Melville lo veía en las misivas que nunca llegan, en el anillo puesto en la carta de amor que nunca llegará a su destinataria, en el dinero que enviamos a nuestra madre que ya no estará ahí para recibirlo, en esa rosa puesta en la tumba de la amada que, dice Keller y de acuerdo con Borges, nunca sabrá si es blanca o roja. El personaje de Bartleby se relaciona con la intuición del reverso oscuro de las palabras dichas en el vacío. La muerte puesta en la rutina de una actividad estéril que es un fin en sí misma es la esencia del personaje perecquiano. Muertos en vida, estos personajes nos invitan a la inactividad total, a la contemplación pasiva, a la lectura como ejercicio de voyeurismo, como cuando, en la mesa de un café observamos el movimiento de las calles. Entonces, el amable lector habrá de hacerse la misma pregunta cuando quiere leer una obra de semejantes dimensiones. Entre tazas y tazas de café, entre sorbo y sorbo, dese cuenta, de la forma en la que usted va desapareciendo. Le propongo que al leer estas obras se adentre en sus los procesos, las elaboraciones, los materiales, las herramientas, la acumulación de experiencias para lograr la perfección técnica (como el esbozo del lector ideal que no somos). Léase a Perec sin segundas intenciones. Invocando sólo el insensato deseo de participación. Así nomás, porque sí.
Por último, y para terminar con esto y no se vaya usted a aburrir, lleve su lectura al siguiente nivel. Imite a Perec, propóngase lecturas experimentales y alternativas, siga los hilos conductores de las tramas, asocie, investigue, encuentre correspondencias entre sus obras, diferencias y semejanzas; haga un inventario de sus recuerdos, a ver qué encuentra, a ver qué pasa; registre sus sueños y proponga alguna tipografía para relatarlos, como cuando esbozamos una nueva notación musical experimental. Ya que está frente a sus obras, aproveche el tiempo, recuerde que tiempo de vida también es tiempo de lectura. Podemos comenzar, entonces.
Etiquetas: Enrique Vila-Matas, George Perec, Julio Cortázar, Roberto Bolaño
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