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El Blog de Noé Vázquez

miércoles, 29 de enero de 2014

Nación TV. La novela de Televisa.

Monstruo televisivo.

Por: Noé Vázquez

La idea de una novela que hable del fenómeno de la televisión abierta en México a través de Televisa y sus filiales a simple vista parece atractiva. Este gigante durante mucho tiempo se hizo cargo de las aspiraciones y deseos de la mayor parte de la población, los encauzó, los aprovecho y los convirtió en simple mercancía para anunciantes. La televisión en México ha sido acusada muchas muchas fallas y cada vez tiene menos credibilidad, en el caso de este país es la televisión de la ergástula, de las mayorías confiadas e ignorantes que encuentran un alivio temporal en ciertos melodramas con interminables diálogos y en la promoción de un estilo de vida irreal y aspiracional, así como en la explotación de la credulidad de las personas al organizar eventos masivos como el Teletón, que son tretas bien organizadas para la deducibilidad fiscal de miles de anunciantes, negocios disfrazados de altruismo, al fin y al cabo la danza de los millones; contenido que se dirige a la fe inagotable de las personas (la virgen de Guadalupe, la creencia en un futuro mejor, el "si se puede" que es el mantra con el que se anima a los productos televisivos como los equipos deportivos y la selección nacional de fútbol soccer) y que además promueve la inmovilidad cultural al no ofrecer alternativas serias en cuanto a calidad de producción e innovación en contenidos. Durante muchos años, la revista Proceso ha aportado una visión crítica respecto a este fenómeno, la novela de Fabricio Mejía Madrid está inspirada principalmente en lo publicado por esta revista y por una amplia y variopinta bibliografía.

Las empresas de Televisa muchas veces no se caracterizan por la calidad ética de sus prácticas, se habla de sus vínculos con narcotraficantes, de negocios turbios, de giros negros, de prostitución infantil, de escándalos sobre drogas (como los casos del cantante Victor Iturbe y el conductor Paco Stanley), se habla de prácticas financieras poco éticas pero sobre todo, de una colaboración tramposa con el poder y de la manipulación de la verdad en beneficio de una supuesta paz social y la felicidad de los espectadores a quienes se les subestima constantemente. La filosofía de esta empresa consiste en crear un producto sin armas críticas para juzgar la realidad, no se trata de crear contenidos que puedan rivalizar con los de la BBC sino de crear historias y conceptos con argumentos muy básicos y conformistas, con un modelo dramático bien probado (Nación TV recalca este hecho cuando refiere el sistema de producción de personajes como Ernesto Alonso y Valentín Pimstein), sin propuestas innovadoras y sin complicaciones. Emilio Azcárraga Milmo definió alguna vez su modelo de televisión como una televisión para gente "jodida". Su modelo comercial funcionó para México que es un país con una nivel cultural bastante deplorable en donde no se fomenta ni la lectura ni la búsqueda del conocimiento científico ni los logros técnicos ni intelectuales. Un país en donde la educación pública ha estado secuestrada por los intereses particulares de sindicatos educativos corruptos que durante muchos años se han dedicado a traficar influencias con el gobierno en turno. Este carnaval de influencias convirtió a la televisión privada casi en un monopolio y en un brazo del poder político. Los noticieros de la empresa, desde la década de los sesentas se convirtieron en una oficina de información de la presidencia. La novela Nación TV nos hace recordar a un personaje bastante peculiar llamado Jacobo Zabludovsky, quien, como periodista dentro de la realidad unidimensional de la televisión estuvo bastante sobrevalorado (por favor, comparen las entrevistas que hacía a personalidades del arte y la cultura con las que realizaba por aquel tiempo Soler Serrano, juzguen ustedes). Este periodista orgánico al servicio de la oligarquía fue definido como una "estatua parlante"; inmóvil e inmovilizado, representaba el espíritu del status quo que imperó durante tres décadas de censura, autocensura y sequía informativa. Hubo periodistas quienes desde sus trincheras ofrecieron una visión más realista del país, el más destacado sin duda fue Julio Scherer García. La televisión en México, desde su zona de confort se convirtió en la tele chatarra y engaña bobos. Su visión modesta y mediocre de la producción televisiva pudo confirmarla muchos años después al importar de Perú a una conocida conductora también al servicio de los poderes públicos y conocida también por el aprovechamiento de la ignorancia y la credulidad de las personas: Laura Bozo. Televisa confirma su posición de enemiga de la cultura. Este es el mundo que pretende retratar Fabricio Mejía Madrid: un mundo dirigido con un gusto precario hacia una población paupérrima a nivel intelectual.

La ficción atrae la mirada hacia la realidad, por qué no decir, que al sacarla de su contexto la vuelve más espectacular; el espectáculo masivo y superlativo de la televisión en México no logra en este caso tener una novela que se le equipare, la novela de Mejía Madrid no alcanza a revelar esta realidad tan abrumadora y compleja . Al leer Nacion TV de Fabricio Mejía Madrid se tiene la sensación de que si la realidad es tan espectacular y mueve tantas pasiones, peor para la realidad porque esta novela no logra atraparla. La realidad que Fabricio Mejía pretende retratar es demasiado agobiante y parece que se le escapa de las manos. De nada sirven los libros de chismorreos de farándula escritos por un sinfín de personajes (no niego que también existan estudio serios) cuando la verdad muy pocos de ellos ofrecen una perspectiva clara de este fenómeno de masas que reclama crónicas más fundamentadas y narraciones que puedan capturar la naturaleza del monstruo que se pretende retratar; la pretendida novela se queda sin atreverse a ser una gran crónica y sin lograr despegar como una gran novela. Uno entiende que a partir de la invención, la ficcionalización y los elementos narrativos el autor debe llenar lo largos e incómodos silencios de una realidad para la que no existe suficiente documentación muchas veces por el hermetismo y la manipulación de la información que es práctica común de esta televisora pero en esta novela los personajes son difíciles de precisar en un marco de descripciones y elementos dramáticos, recursos formales que sabe aportar la novela como género. El autor, lejos de seguir los parámetros bien probados de una novela se limita a esbozar una serie de crónicas algunas veces inconexas y con cierto tono de confidencia. Personajes apenas esbozados y dimensionados entran y salen de en un escenario indeterminado. A pesar de haber documentado su novela en ciertas autobiografías y artículos siempre nos deja con una idea un tanto volátil de la vida que pretende encarnar. Un ejemplo es el personaje que intenta crear a partir de la figura del comunicador Raúl Velasco, éste aparece como el armazón de algo cuya sustancia desdibuja en una serie de anécdotas desafortunadas que valen como recurso chismográfico para despertar el morbo de los lectores pero que no logra cuajar en un personaje convincente: le falta la garra y la humanidad que nos haga amarlo u odiarlo, los pincelazos narrativos que lo vuelvan creíble, y por tal motivo disfrutable. Las comparsas de este carnaval de anécdotas y habladurías reclaman honores vida, la cual no logra darles el novelista.  Su dimensión se esparce en trazos apresurados.

Estilo y estructura (quiere Nábokov) forman la novela. El primer capítulo pretende esto, pienso en Las vueltas del tiempo de Agustín Yañez, en donde los personajes confluyen en un funeral y a partir de ahí se hacen reminiscencias que abundan en la historia de cada uno de ellos. La idea no es novedosa pero como recurso es loable para indagar qué llevó a cada uno de ellos a ese punto de confluencia: ahí, en ese capítulo situado en 1996 llamada Basílica de Guadalupe, vemos a personajes de la farándula como una actriz y cantante de nombre Lucero que lo mismo le sirve a la televisora para canalizar el sentimentalismo espiritual de las masas como medium y sacerdotisa frente a la guadalupana o bien, como conductora de los kilométricos y tediosos teletones. Ahí llega el llamado Tigre en su helicóptero, buscando siempre no tener contacto con la plebe para entrar a la zona very important person de la basílica (que para el culto guadalupano no todos somos iguales). Este recurso de confluencia permite narrar la historia de la televisora que inicia como una estación de radio y poco a poco se convierte en el imperio que conocemos. El problema que veo con la narración es que es demasiado especulativa, esto en sí mismo creo que es valido pero no logra convencer, es poco creíble que, por ejemplo, que en capítulos posteriores se hable de una plática entre Octavio Paz y ciertos personajes del gobierno de Salidas de Gortari en donde le sugieren a aquel que le pueden conseguir el Nóbel de Literatura. Me preguntó porque tomar en serio la especulación chismosa acerca de los personajes de la farándula, ponerlos con sus propios nombres y pretender convencernos de ese muestrario de crónicas forman una novela. No creo que especular y ficcionar sean operaciones que perjudiquen una narración pero sí lo es la falta de definición al no poder saber a ciencia cierta si lo que leemos es una obra hecha abiertamente de ficción, o es una crónica, o es una realidad novelada. Sin importar la fórmula qué queramos elegir la narración como novela ni se atreve a "ser" ni se atreve a "desaparecer".

Nación TV representa un relato necesario, hablar de Televisa y sus manejos siempre será oportuno, pero no es la novela sobre Televisa que me hubiera gustado leer; como lector, siempre espero que un relato me atrape como si fuera un torbellino, que me haga escalar diversas cimas y luego caiga en un tobogán; siendo muy simplista las grandes novelas buscan una segunda lectura. Qué lastima que esta novela no sea una de ellas. Leer sus páginas es entrar en un territorio conocido que hemos repasado a lo largo de los años a través de los medios impresos, de los tabloides, de la prensa del corazón, de los testimonios de los resentidos con la televisora, de los críticos a la misma y de tantos enemigos que ha logrado hacer. Los modelos literarios que hubieran podido influenciar una obra así abundan pero no logro distinguirlos en esta narración y tampoco distingo los elementos experimentales que son parte de ciertas obras caracterizadas algunas veces por su nivel de innovación, sin ser lo uno o lo otro, se queda en un limbo caracterizado por la heterogeneidad de sus personajes y sus anécdotas. La novela sobre Televisa llegó por fin pero no quiero pensar que esta realidad merezca un libro como el de Mejía Madrid. Concuerdo con la visión del autor, con muchos de sus puntos de vista, pero no con sus métodos. 

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sábado, 11 de enero de 2014

Surfeando olas altas



Por: Noé Vázquez

A veces la música era una puerta interdimensional que llevaba a una tarde con nubarrones en un cielo que acababa de ser soleado. Tú nunca supiste que siempre hubo y habrá una estampida de muchachos que habrán barajado una tarde las olas con sus esperanzas adolescentes, con su inocencia burda pero llena de vitalidad. Estos muchachos que esperaban en esos bucles azules la espuma acumulada de tantos veranos, esas olas con su ruido de fondo, ruido de multitudes felices y burbujeantes, de gaseosas que refrescan la tarde. A veces tu memoria te entrega el ruido del oleaje como la música de los días festivos que te hubiera gustado que fueran interminables; estos alumnos de la playa incluyendo a ti, no conocerán la dimensión de sus momentos cotidianos hasta muy pasados los años. Pensarás, en ese lejano futuro que se acabaron las olas y que ya nadie tiene autos tuneados, que todo fue un cuento de juventud, una imprudencia bien intencionada como quien, en un acto de catarsis decide romper una guitarra en medio del escenario. Pensarás las letras de alguna canción lejana. Sabrás, ya muy entrados los años, que la cúpula del cielo es una catedral que la tarde llena de pájaros. Los muchachos de la playa tienen un himno de voces angelicales, sonríen, es verano, la tarde es linda y soleada, y las muchachas sonríen también, siempre fue así, ¿lo sabes verdad?. Hasta el Altísimo fue alguna vez adolescente, de no ser así, como explicar las olas, sí, las olas, ¿no te parece que son un carrusel gratuito y automático?. Como explicar las playas sino como larguísimos senderos entregados a nosotros para pasar la tarde luego de nuestras obligaciones cotidianas. Ves lo descomunal del mar pero no te sientes abrumado, sabes lo diminuto que eres pero no te sientes disminuido por nada. Eres humilde porque aquello que el cinismo del mundo te había enseñado estás a punto de olvidarlo una vez más, entregado al estribillo de alguna canción, sí, una canción lejana que sólo tu recuerdas, la muletilla sonora de algún verano cuando tus amigos y tú cantaban alrededor de una fogata. Las obligaciones del mundo te sacarán de ahí, lo sé, la guerra, los empleos bien remunerados, las presiones sociales. Apuesto a que te hubieras quedado con los chicos de la playa.

"¿Duermes ya hermando Juan?" nos decía la letra de la intraducible y complicada Surf´s up de los Beach Boys. El tema de Van Dyke Parks y Brian Wilson se parece en su belleza misteriosa a la misma naturaleza, subyuga con su misterio, con su lenguaje críptico que parece decir que los símbolos son abiertos para quien quiera interpretarlos y cerrados para quien quiera ignorarlos. La ensalada de secretos que ofrece el mundo es una canción que abruma por su belleza y sencillez: no propone una respuesta sino que vuelve a enunciar un misterio que debe agobiarnos. Todo lo que la música toca lo vuelve sagrado y las más grandes verdades no se expresan en lenguajes convencionales, cotidianos: se sienten en la epidermis y dejan entrever ese "otro mundo" fuera de nuestra dimensión que palpita tras el misterio de las tardes en la playa. Música vocal que entreabre fugazmente las puertas de algo cuyo secreto no nombramos, versos que hablan de lámparas tenues que nos despiertan; de una inocencia que lejos de ignorar, enseña; del niño que se vuelve padre del hombre; una canción que parece decir "únete a nosotros, deja de ser cínico, vuelve a ser joven"... Ha subido la pleamar, la tarde quiere dar paso a la noche y todos se han retirado, hay botellas vacías en el suelo y las cenizas de una fogata pero el estribillo que escuchas, ese no se cansa.

jueves, 9 de enero de 2014

Desnudando a Google

El poder del lado oscuro

Por: Noé Vázquez


Y cuando despertamos, Google ya estaba ahí. La monstruosa maquinaria imperante nos había vuelto adictos a sus servicios. El libro de Alejandro Suárez Sanchez-Ocaña hace una disección del motor de búsquedas más famoso del mundo. Aclara que quien piense que sólo es un motor de búsquedas deberá pensarlo dos veces ya que Google terminó invadiendo todas las esferas de la vida diaria de los internautas. Lo suyo es ocuparnos como cebo para vender servicios a sus clientes. La evolución de Google nos indica las desventajas de dejar que una empresa pueda crecer tanto y acumular tanto poder. Desnudando a Google pretente ponernos en alerta sobre los peligros de permitir que una sola compañía pretenda adueñarse de la cultura y de la experiencia humana, y no solo eso, nos pide ponernos en guardia contra los afanes controladores de la citada compañía: no dejarse engañar con esa fachada de que son los buenos de la película es un comienzo. Hay que tener claro que Google se ha ido labrando una imagen de empresa con fines no lucrativos ofreciendo toda clase de servicios gratis a sus usuarios. Se nos pide no caer en ese juego, lo gratuito no existe, al final siempre terminamos pagando, siempre somos utilizados por alguien, pueden ser las compañías que se hacen de visitas a través de publicidad patrocinada a través de Adwords, pueden ser las empresas de publicidad dispuestas a pagar para conocer tendencias, intereses y perfiles de sus clientes potenciales, y que Google dice conocer; porque nos conoce, incluso mejor que muchos miembros de nuestra familia. Nos mira navegar por el ciberespacio, conoce nuestros gustos, nutrimos a esta bestia con cultura, con información, con contenido, del cual Google se vuelve medio, intermediario y destino. Como una bestia voraz que asimila el espíritu humano, devora la información y la regurgita bajo sus condiciones. Si lo meditamos bien, nos damos cuenta que Google es la más grande y monstruosa compañía mundial de piratería legal. Piratería y legal parecen términos contradictorios pero en este mundo de tonos grises donde no acabamos de saber quienes son los buenos y quienes son los malos esto importa poco. Escanear un acervo de millones de libros, por ejemplo, quien puede decir qué tal legal es, pues Google lo está haciendo; espiar con automóviles robóticos la privacidad de tu calle sin importar que esa información luego esté a la mano de ladrones y secuestradores no importa, Google Maps no es ilegal después de todo. Escanear las noticias de diversos medios y luego presentarlas como productos propios a través de Google News para que el usuario no tenga que ir a la página del periódico o la agencia de información, no está tan mal, quien diría que están haciendo algo malo, después de todo ellos sólo son intermediarios.  Abundan los gobiernos que amenazan al sitio, llueven demandas, el departamento legal de la compañía se antoja tan grande como un edificio, pero todo eso no importa; hay una relación desproporcionada entre los problemas jurídicos de la compañía y las increíbles ganancias que obtiene a lo largo del mundo. Semejante poder puede corromper a cualquiera. La empresa que modestamente creara Larry Page y Sergey Brim tenía buenas intenciones, cuando todo crece los intereses de diversas personas empiezan a modificar el rumbo inicial. Una gran responsabilidad supone una ética para no inclinarse hacia la avaricia, hacia el lado oscuro: Don´t be evil era la premisa de esos aventureros que idearon PageRank. Todo fue tan gradual que no fue posible saber en qué momento se perdió el rumbo. Tampoco pudimos darnos cuenta en que momento Google se apropió de nuestras vidas, quizás cuando decidieron que era mejor estar del lado de ciertos gobiernos que utilizaban a la empresa para espiar a sus ciudadanos, que fue lo que pasó en China con un grupo de disidentes. Cuando el Imperio se mueve, nos movemos con él; cuando la marea cambia, cambiamos nosotros. Siempre pendientes a su próximo movimiento cambiamos nuestras estrategias para que el motor de búsqueda "nos ame" y su bendito algoritmo pueda vernos de vez en cuando, para que sus crawlers saqueen todo lo que nos queda de dignidad y humanidad y lo lleve a su monstruosa base de datos. Se cree que la red de redes no la dirige nadie, que es mundo incompleto y caótico, nadie los sabe con certeza; lo cierto es que hay entidades que, escondidas nos observan, les gusta que le entreguemos información porque tener ésta, es tener el poder; las llaves para poder controlar y manipular. Tuvimos siempre un Gran Hermano, estaba ahí, no lo notábamos, era tan grande que lo sentíamos parte del paisaje. Libros como el de Alejandro Suarez nos permiten dimensionar un poco este paisaje y darle un nuevo contexto para entenderlo mejor; saber, por ejemplo, cuál es nuestro papel en este gigantesco negocio llamado Google y sus empresas asociadas nos permite, de momento, darnos cuenta de que no somos tan libres como nos habían hecho creer, como felizmente nos habíamos imaginado.


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domingo, 5 de enero de 2014

22.11.63


Historia alternativa
Por: Noé Vázquez

La caja de herramientas de un escritor de best sellers como Stephen King da la noticia de que no parece agotarse con el tiempo y el cansancio que erosiona hasta incluso las voluntades más grandes. La disciplina de este autor le llevó a completar un proyecto con el que había soñado desde aquel ya tan lejano 1972: una novela que hablara sobre el asesinato de JFK; por aquella época, el autor no era el personaje tan premiado y celebrado por la crítica y sus lectores y por el éxito de las muchas adaptaciones cinematográficas de sus novelas. El reto se antojaba mayúsculo: sería una novela de ciencia ficción, también un thriller, hablaría de viajes en el tiempo, el protagonista viajaría a 1958 y desde ese año, se las apañaría para planear impedir el asesinato del presidente Kennedy. Esta ambiciosa novela tendría que amueblarse con los instrumentos de la Historia, el lector cruzaría el umbral de ese agujero de conejo espacio-temporal para situarse en la década de los cincuentas. La labor de investigación histórica se antojaba inmensa y el autor desistió del proyecto. Otra de las razones que aduce para posponer la ejecución de una obra de tal calibre fue el hecho de que el asesinato de Kennedy todavía era relativamente reciente dentro de la memoria colectiva, podría ser un tema un tanto incómodo para ser tratado como una obra de ficción. Muchos años después, el autor anunció esta obra, fue en el 2011. El título: 22.11.63.

Confieso que no frecuento mucho a Stephen King, he visto algunos filmes basados en sus novelas pero, tal vez por cierto perjuicio hacia las referencias populares contemporáneas lo he desatendido. Como yo, debe haber muchos que piensan que si las obras de este autor se venden tanto, es porque tienen características que lo vuelven frívolo o banal, reitero que esto es un prejuicio y reconozco este error de apreciación; después de todo, la lectura en el siglo XIX tiene un auge con una generación de lectores que adoraban a Charles Dickens, quien, a la postre, terminó convenciendo a todos de su arte, incluso a los críticos más exigentes. Tal vez el defecto que encuentro en este tipo de escritores es que se han dejado encasillar, en el caso de Stephen King siempre se le va a asociar con novelas como It, The Stand, The Shine, y un largo etcétera de novelas de terror y horror que tienen determinado público, pero hay que reconocer que cuando se ha apartado del género lo ha hecho con notable éxito, me viene a la mente Misery, entre las que conozco, pero dicen los que saben que ciertas novelas cortas que ha entregado permiten inferir en ellas ciertas preocupaciones sociales que le dan visos de escritor correcto para algunos académicos. Cuando King decide escribir 22.11.63 pensaba atraer a un público distinto, el tipo de público que leería obras como The Help de Katyrn Stockett.  Francamente, si pensamos en escritores estadounidenses contemporáneos me inclino mucho más por Phillip Roth, aunque no sé si entre ambos escritores existan elementos de comparación ya que el ámbito en el que escribe Roth tiene un sustento histórico y político muy determinado por su orígenes judíos, por la crítica al gobierno de su país y por ese muralismo narrativo que exhibe en obras como American Pastoral. Pero, momento, hay un punto de confluencia en ambos: los dos han escrito sobre el campo de la Historia virtual: Roth escribió La conjura contra América, novela donde imagina cómo hubieran sido los Estados Unidos de haber ganado Charles Lindbergh la presidencia de su país. El panorama no resulta muy alentador tal y como lo propone Roth: Los Estados Unidos se convierten en un Estado totalitario que segrega a los judíos en campos de concentración. Su novela pretende demostrar la tesis de que el Holocausto no necesariamente tuvo que haberse presentado en un país como Alemania, sino que los ánimos para un crimen de tal magnitud existían (y existen aún) en la sociedad estadounidense: si queremos una Gestapo, el FBI tiene lo necesario; si queremos un Hitler, el gobierno estadounidense puede encargarse de eso. Tenemos segregación, tenemos odio racial, tenemos grupos radicales que bien podrían rivalizar con los Freikorps y los SS, los elementos ya están dados entonces. Aunque también, Don DeLillo tiene una obra que aborda el mismo tema que Stephen King, la novela se llama Libra, aunque ésta se enfoca más en la vida de Lee Harvey Oswald y en sus motivaciones para cometer el citado asesinato. Estos tres autores reflejan una preocupación social y un tema sensible, cada uno lo hace a su manera y con distintos métodos, al final, terminan por acercarnos a la ficción. Debemos entender la ficción novelística como un procedimiento para escrutrar mejor la realidad histórica que ha formado las naciones. Ficcionar no es apartarse de la realidad sino darle un nuevo contexto para entenderla mejor. Pensar en la Historia como lo que pudo haber pasado en vez de cercarla con datos sobre lo que realmente sucedió es un ejercicio que permite evaluar distintas influencias, como si se tratara de mover piezas de ajedrez esperando a ver qué sucede. Quien se aproxime a esta novela sabrá que el libro tiene esos trucos.

Stephen King escribe la historia virtual de su país a partir de un viajero en el tiempo, el personaje principal de su novela que es Jake Epping, un profesor de educación para adultos que cierto día se siente motivado por la composición de uno de sus alumnos que espera obtener, ya tarde en su vida, el diploma de educación secundaria. En la clase de composición pide a sus alumnos que escriban un ensayo con el tema: "El día en que cambió mi vida". Es la lectura de este ensayo y su posterior amistad con su alumno Harry Dunning lo que conduce a este profesor a entablar contacto con el dueño de una hamburguesería local Al Templeton quien ha pasado mucho tiempo en el pasado sin que Jake lo sepa, cierto día, Jake Epping descubre que Al ha envejecido mucho en un pequeño lapso de tiempo, su semblante parece enfermo, tiene muchas canas, es como si hubieran pasado veinte años. Al tiene un cáncer de pulmón en su etapa final y pide a Jake que le ayude con una misión: impedir el asesinato de John F. Kennedy, misión que Al ha tenido tiempo de estudiar en sus sucesivos viajes, la premisa de Al es que si evitamos el asesinato de Kennedy tendremos una sociedad mejor, nadie matará a Martin Luther King, se disminuirá la segregación racial, no habrá guerra de Vietnam, lo que lo conduce a cruzar un portal espacio-temporal que lo lleva al 9 de septiembre de 1958 a las 11:58 am; invariablemente, cada vez que se cruce este portal, se llega a esa fecha y hora en particular, y no importa cuando se tarde ahí, al regresar al presente sólo habrán pasado dos minutos. Cada vez que cruzas el portal todo empieza de nuevo, así que no importa si ya estuviste antes, la gente que te vea no te reconocerá porque para ellos será la primera vez que estés ahí. No importa si previamente cambiaste el pasado, si vuelves a entrar lo deshaces todo.

Jake Epping también cree que puede aprovechar el viaje para impedir el padre de Harry Dunning asesine a toda su familia tal y como lo describe Harry en su composición. La novela de Stephen King está poblada de referencias históricas como si quisiera pavimentar la experiencia del lector al capturar atmósferas, olores, colores y sabores del pasado; intuye (y creo que lo hace correctamente) que si el lector no acompaña al personaje principal por las calles 1958, el viaje habrá sido en vano. El instante es una atmósfera, el tiempo se expresa en espacios vistos, el tiempo que se recobra con el recuerdo o con un viaje hacia una tarde que descarga sus colores sobre las casas, hacia los ruidos de las calles que están ahí para quien quiera atraparlos. Los comercios de esa mañana de 1958 están abiertos y nuestro personaje Jake Epping decide entrar a uno y pedir un refresco de zarzaparrilla, lo bebemos con él; el autor, a través de estos trucos nos hace partícipes de un viaje que supone para él investigar la música, los modelos de autos, los productos comerciales, los precios la forma de hablar o de vestir, el diseño de las cajetillas de cigarrillos, la situación social y política de esos tiempos, incluso los vaivenes morales de una nación que vive una especie de edad de oro, que más tarde se convertirá en una etapa turbulenta con radicalismos políticos, conflictos raciales, tensiones internacionales. Viajar en el tiempo no solamente es conocer datos, es viajar con los sentidos alertas a los distintos espacios. 

La verdad tomé en serio este viaje, se los juro. Realmente creía estar en 1958. Creo que sólo un escritor tan experimentado como King puede lograr esto. Considero que las palabras se deben dirigir a la epidermis, al menos así lo experimento como lector. El autor juega con ciertas paradojas relativas a los viajes en el tiempo, al final resuelve que el pasado se resiste a ser cambiado; por eso es tan difícil alcanzar a Oswald en el deposito de libros y prevenir el asesinato del presidente. Todo eso resulta conveniente para generar un cierto suspenso a través de las distintas sub-tramas manejadas alrededor de la línea argumental principal. En relación las especulaciones y teorías sobre conspiración en torno al asesinato de Kennedy, King se inclina por la versión oficial: hubo sólo un tirador y hubo tres disparos de un mismo rifle. 

Se debe reconocer que hay un trasfondo social en 22.11.63, el autor se da cuenta del ambiente de tensión que se respiraba en esa época y logra capturarlo para nosotros, no en balde describe a Dallas como un lugar incómodo y sofocante, un sitio sórdido sembrado de odio racial y distancias políticas, con cierta maldad que que se respira en el aire. Una sociedad en la que el rencor y la tensión están en todas partes, como si estuviera a punto de pasar algo malo. No debe extrañarnos que a Kennedy lo hayan asesinado en un estado sureño, en un estado con una tradición secesionista que viene de muy atrás; en lugares así cunde el miedo al cambio que proponía este presidente: nada menos que la integración de personas de color y blancos en los mismos espacios públicos. El asesinato de Kennedy se vuelve comprensible en un ambiente de radicalismos sociales y políticos, sociales en el sentido de que hay una resistencia hacia las reformas en cuando a derechos civiles; y políticos en el sentido de que el gobierno estadounidense estaba pagando sus conflictos con Cuba, la vergüenza y la condena internacional por el asunto de la invasión a Bahía de Cochinos, y la reciente crisis de misiles. Cuando se analizan las teorías de conspiración todas parecen tener la razón porque cualquiera pudo haber matado a Kennedy, incluso un loco solitario como Oswald. Un asesinato así desafía la esa lógica que nos inclina a balancearlo todo: pensamos que tuvo que haber otros factores, una conspiración por ejemplo, para hacer discernible este magnicidio. A este desajuste le ponemos todo tipo de nombres para balancearlo y hacerlo comprensible: la mafia, la CIA, el FBI, el Servicio Secreto, las vacas sagradas del Pentágono, LBJ. Stephen King afirma haber investigado a través de una bibliografía extensa, al final se inclina por la versión de la Comisión Warren. La idea de una conspiración resulta mucho más atractiva y sin embargo, el autor prefiere la versión oficial. Al final termina siendo congruente con su punto de vista sobre este crimen.

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