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El Blog de Noé Vázquez

martes, 9 de octubre de 2012

El cerebro de Himmler se llama Heydrich

Heydrich también inspiró el personaje de Hans Landa en  Inglorious Basterds
Por: Noé Vázquez

Alguna vez, leyendo a Camilo José Cela me llegué a preguntar qué era aquello que definía a una novela, o bien, hasta qué punto una obra aceptaba una metamorfosis para no terminar pareciendo tratado académico, cuento, anécdota, poesía en prosa, o como quería Arreola, “varia invención”; cuáles eran las fronteras de la novela y hasta que punto podía soportar su nivel de torsión hasta quebrarse y convertirse en algo distinto. Después de todo, una novela como Mrs Caldwell habla con su hijo de Cela podía corresponder a un simple intercambio epistolar como si el autor hubiera rescatado un paquete de cartas y las hubiera puesto en orden para que el lector reconstruyera la historia de una madre obsesionada con su hijo, ¿un conjunto de cartas narrando una historia? Balzac ya lo había hecho en Memorias de dos recién casadas aunque de una manera más estructurada y señalando en las confidencias de sus personajes la trama de una historia. Quise poner como ejemplo esa novela casi olvidada de Camilo José Cela para ilustrar un poco el hecho de que a la novela como género le cabe casi todo, lo incluye todo, puede moldearse de acuerdo a las necesidades del autor, a su concepción de lo que debe ser una historia y a su estilo de narrar las cosas; también a su propio discurso personal, al discurso de los demás y a la dialéctica entre sus anhelos de narrar y darle combustible a su imaginación y a sus intenciones académicas de rigor histórico y fidelidad a los hechos.  Cervantes, quien inventó la novela moderna quiso que El Quijote no solo narrara eventos de carácter anti-épico parodiando las novelas de caballería sino que ideó un método para incluirlo todo “por el mismo precio”: crítica social y análisis literario, ensayo, biografía, cuentos intercalados, novelletas, reflexiones sobre distintos temas, poesía, y de paso, se incluyó a sí mismo como personaje (de hecho, pensándolo bien, muchas de las grandes obras de la literatura tienen al autor como uno de sus personajes) de tal forma que por momentos la obra termina por parecer un collage, claro, sin perder su esencia, sin sacrificar el estilo del autor, su unidad de expresión y el poderío de su lenguaje. Así, El Quijote es la novela crítica de la novela (tal y como lo aprendí leyendo a Carlos Fuentes), es la novela dentro de la novela, la novela que habla de sí misma y el ejercicio de lo que puede ser una obra literaria, en fin, metaliteratura. La novela del escritor francés Laurent Binet HHhH puede concebirse como una obra autoreferencial, habla de sí misma utilizando los mismos “tiempos” de la narración a la manera pequeñas digresiones cuyo valor consiste en dar la apariencia de no interrumpir el desarrollo de la trama. Laurent Binet empieza escribiendo su obra a la manera de un ensayo que trata sobre la obra que quiere escribir (y que es justamente la que estamos leyendo) así que al principio no sabemos si estamos leyendo la introducción de la…¿novela?, la novela misma, en anteproyecto de una obra enviada al editor para solicitar un adelanto o una serie de circunloquios escritos para evitar el difícil paso de entrar en el meollo del asunto (lo cual no debe extrañarnos, después de todo ¿hay alguien que todavía crea que la literatura no es una cuestión de valor?). Laurent Binet escribe un relato sobre Checoslovaquia, los checos, la ciudad de Praga y Lidice, la historia del nazismo, la Gestapo y el grupo de valientes patriotas destacados en Checoslovaquia para atentar contra la vida de Reinhard Heydrich y lo que pasó después, y de paso nos dice cómo le hizo para escribirlo y qué clase de documentación utilizó. HHhH no solo es autoreferencial sino que se desvía con frecuencia hacía lo que el autor se niega a que sea su narración, dando ejemplos de lo que no quisiera escribir; se entretiene con pasajes alternativos en donde parodia el estilo de otros escritores de novelas históricas, con frecuencia nos dice lo que le agrada y le desagrada y los adjetivos que sería incapaz de utilizar o bien, las referencias demasiadas oscuras que debe rechazar en su narración ya que le parecen de poco rigor histórico. Laurent Binet se crítica a sí mismo en los tiempos muertos de la narración. ¿Es literatura acabada en tiempo y forma? Sí. ¿Es aprendizaje literario? También lo es. El encanto de la obra radica en crearle al lector la impresión de que es testigo de su gestación; lejos de mostrar la novela ya “hecha” para el ámbito del lector y su soledad (claro, mientras el autor se ha desentendido de todo bebiendo una margarita en un camastro en alguna playa caribeña), el autor se “queda” en las páginas acompañando al lector que es testigo en “en vivo y en directo”, en “tiempo real” de la ejecución, las lecturas que alimentan constantemente el desarrollo de la escritura, la evolución en la concepción del su libro…HHhH es una obra dinámica que utiliza como un recurso más la torsión del texto sin que ello redunde en una falta de comunicación con sus lectores. Esta autorefencialidad no lo aleja de la historia que quiere contar sino que encuentra confidentes y amigos en quienes que parecen observarlo (con su anuencia) en candid camera.

La novela narra la vida de Reinhard Heydrich, conocido también como “La bestia rubia”, “el hombre más peligroso del Tercer Reich”, el “El carnicero de Praga” y del atentado que terminó con su vida por parte de dos paracaidistas enviados por el gobierno checoslovaco en el exilio desde Inglaterra, Jan Kubiš y Jozef Gabčík. Heydrich fue una los gestores de la policia secreta del régimen de Hitler, fue quien le dio forma a la Gestapo y la fusionó con la SD y la policía criminal o Krippo. Él junto con Heinrich Himmler creó una estructura represora para blindar el sistema totalitario que a través de la información, el terror, el chantaje, la represión, el asesinato y las deportaciones logró eliminar toda forma de resistencia y rebelión que hubiera acabado con el sistema tanto dentro como fuera de Alemania, de ahí el título del libro: Himmlers Hirn heisstn Heydrich (“El cerebro de Himmler se llama Heydrich”). Heydrich tuvo también dentro de su curriculum la creación de los Einstatzgruppen, o “Grupos de Operaciones” cuya misión era limpiar de judíos, elementos subversivos y razas indeseadas las ciudades y pueblos ocupados por el ejército. Tiempo después, Heydrich fue nombrado por el führer protector de Bohemia Moravia donde gobernó con mano de hierro como una especie de procónsul todopoderoso. Tanto a Heydrich, como Eichmann y Himmler son responsables de la conspiración en Wanasee donde se decidió el destino de millones de judíos que fueron asesinados en campos de concentración, después de eso se buscó una manera más eficiente de matar judíos, gasearlos con el escape de un camión (como hicieron en Chelmno) no era tan efectivo así que crearon una estructura legal, administrativa y logística que empezó a conducir trenes llenos de prisioneros a Belzec, Sobibor y Treblinka que fueron los primeros Lager masivos. Como los materiales de la historia son imperfectos y perecederos Laurent Binet nos da un esbozo de una serie de hechos defendiendo aquellos que le parece más lógicos y probables tratando de llenar las lagunas históricas sin entrar demasiado en la fantasía y la especulación. Jan Kubiš y Jozef Gabčík, que son los héroes del relato llegan a Checoslovaquia sin conocer a nadie, ahí se pondrán en contacto con miembros de la Resistencia para llevar a cabo el atentado que termina por salir mal debido a que la metralleta Sten que lleva Gabčík se atasca y tienen que proceder a poner una bomba en el Mercedes descapotable de Heydrich quien, en su soberbia, pensaba que tenía a los checos y eslovacos bajo control y por tal motivo no usaba un coche blindado. La venganza por la muerte de Heydrich (quien fallece una semana después en un hospital por septicemia) es brutal, la Gestapo sigue toda clase de pistas que no la llevan a ninguna parte, llegan incluso a destruir el pueblo de Lidice como represalia. Miles de personas mueren como venganza por la muerte de este personaje, una lección para todo un pueblo. Lidice se convierte en un símbolo de la barbarie del nazismo y pone en contra del régimen a la opinión pública internacional. Finalmente Jan Kubiš y Jozef Gabčík junto con su grupo de conspiradores son localizados escondidos en la cripta de una iglesia donde son rodeados y asediados por setecientos SS. Terminan por suicidarse para no entregarse a sus enemigos. La Historia también puede sonreir con risa macabra: lo cierto es que la muerte de Heydrich sirvió para muy poco y solo consiguió que muchas personas inocentes fueran ejecutadas antes de que localizaran a los verdaderos culpables.

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